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    Hacía un buen puñado de años que no entraba a la sala Estilo de Oviedo, y no es precisamente porque no suela asistir a conciertos. Si mal no recuerdo, la última vez que crucé sus puertas corría el año 1993, y Héroes Del Silencio presentaban "El Espíritu Del Vino". Guardo gratos recuerdos de aquella noche, igual que los guardaré de este 14 de febrero de 2014. En el momento de mi llegada al recinto, la gente se amontonaba más en la calle que en el interior, donde Mercyless ya tenían su concierto mediado. Los asturianos descargaban su furioso Brutal Hardcore para unos cuantos asistentes que ya empezaban a practicar el mosh pit que reinaría durante toda la noche. Descargaron temas de varios de sus trabajos, incluyendo una versión de Hatebreed ("Smash Your Enemies") incluída en su primera demo. Si queréis conocerlos más a fondo os recomiendo su último disco, "Siempre Fuertes". Una vez concluído el concierto, me acerqué a la barra para pedir a una atormentada camarera que me sirviera una cerveza. Digo atormentada porque cuando iba a pagar me dijo: "buf, qué paz". Le podría haber respondido "pues no te queda nada", pero pensé que sería mejor que lo descubriera por sí misma. Los siguientes en subirse al escenario fueron The Black Panthys Party​, que sustituían a los gallegos Twenty Fighters. Creo que no encontraré mejor definición que la que ellos hacen de si mismos: "Si estás cansado de actitudes normales, estereotipos musicales y de bandas correctamente incorrectas, quizás puedas decir que The Black Panthys Party es la mejor banda Punk HxC, calidad precio, de la historia".  Y es que muy pocos se libraron de la quema. Hubo temas dedicados al rey, a la infanta Elena, a Paquirrín, a los curas pedófilos (impagable su vídeo de "Párroco Siffredi" en directo), a Cayetana de Alba... Incluso se atrevieron con el clásico de Motörhead, "Ace Of Spades". Enorme también su carismático frontman corriendo y cantando entre un público que empezaba a abarrotar el recinto. En definitiva, un grupo que no debéis perderos si tenéis oportunidad de verlo en directo. Los logos de un macho cabrío dentro de un pentágono, que adornaban el escenario, dejaban entrever que era el turno de Sound Of Silence, una veterana banda con un aplastante sonido a medio camino entre el Metalcore y el Deathcore. Los asturianos, repasaron temas de su último disco "El Anochecer", al igual que alguno de sus clásicos como "Viendo Al Cielo Llorar", que hizo las delicias de un público cada vez más enloquecido. También consiguieron arrancar algún que otro headbanging al pequeño grupo de metaleros clásicos que había frente a mi, y que hasta ese momento habían estado bastante estáticos. Una vez acabado el concierto nos preparamos (si es que alguien puede prepararse para semejante experiencia) para ver a Napalm Death. Los de Birmingham retornaban a tierras asturianas con el concierto de Gijón del pasado año aún reciente en la mente de muchos de nosotros. Así que la excitación era máxima, al menos por mi parte. Es difícil explicar con palabras la apisonadora sónica que significa la música de estos cuatro tipos en directo, en la que no hay lugar para canciones lentas ni medios tiempos. Uno tras otro, sin tregua,  fueron cayendo los temas de su set list. "Silence is Deafening", "Everyday Pox", "Unchallenged Hate", "The Wolf I Feed", "When All Is Said And Done", fueron algunos de los guiños a sus discos más recientes. Más de uno empezaba a "nadar" sobre las cabezas del respetable y el mosh pit no cesaba. Para mí, la catarsis llegó con sus temas más clásicos: "Necessary Evil", "Greed Killing", y sobre todo "Scum", la versión de los Dead Kennedys, "Nazi Punks Fuck Off", "Siege Of Power", o la imprescindible (y corta) "You Suffer". Para un servidor, lo mejor de la noche. Y digo para un servidor, porque para la mayoría de los presentes lo mejor estaba aún por llegar. Una vez terminado el concierto de Napalm Death, fuimos tomando posiciones para Hatebreed. Sí, ya sé que en principio este era el turno de The Exploited, pero los controvertidos punks tuvieron que cancelar las tres últimas fechas de la gira a causa del infarto sufrido por Wattie Buchan en mitad del concierto de Lisboa. La organización del evento ofreció devolver el importe de la entrada a los que así lo quisieran, pero teniendo en cuenta el elevado número de asistentes (no veía nada parecido desde el concierto de Graveyard, en la sala Acapulco), no debieron ser muchos los que optaron por quedarse en casa. La banda de Metalcore estadounidense era cabeza de cartel por algo y lo descubrí en cuanto salieron al escenario. Su frontman, Jamey Jasta, pedía "show me your fist", "let me see your hands" o hacía el gesto inequívoco del circle pit con su mano y el público respondía inmediatamente como si de un general y su ejercito se tratara. Un número de asistentes cada vez más numeroso seguía "nadando" por encima de la gente, mientras la banda intercalaba temas recientes, como "Honor Never Dies" o "Dead Man Breathing", procedentes de su último disco, con otros más antiguos como "Driven By Suffering", "Perseverance", "Defeatist", "Live For This", "This Is Now", o la celebradísima "Destroy Everything". Brutal. Una vez finalizado el concierto, tocaba asalto al stand del merchandising (me hice con una copia de una edición limitada a 500 de "The Code Is Red...Long Live The Code" de Napalm Death, of course), mientras las caras de felicidad se mezclaban con comentarios satisfactorios sobre este Tour Of Chaos, adelanto de auténtico lujo de lo que se nos viene encima el próximo 31 de julio, en Viveiro, con el Resurrection Fest. No sé lo que harás tú, pero yo no me lo pienso perder.
    23/02/2014
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    Barakaldo, día 2. Vuelta al BEC, descansados y con el txacolí y los pintxos de rigor todavía rebotando en el estómago. Al acceder al recinto percibimos que hay más gente que el día anterior. Buenas noticias, estamos disfrutando de la experiencia y nos gustaría tener la oportunidad de repetir en 2014. Esperamos que a la organización le cuadren los números. Nos dirigimos directamente al Escenario 1 dispuestos a ver a These New Puritans, que llegan precedidos por las buenas críticas cosechadas por su tercer álbum Field of Reeds. Los británicos salen al escenario en formación de septeto, con sección de viento incluida. Una vez más el sonido no me convence (¿seré yo, maestro?), y no llego a conectar en ningún momento.  Concierto frío, oscuro y bastante experimental, que en mi modesta opinión habría funcionado mejor en el auditorio del escenario 4. Pequeña decepción. Consultamos el reloj, sopesando las opciones que tenemos para quitarnos el mal sabor de boca. Comprobamos que el concierto de los Puritans ha acabado bastante antes de lo que marca el horario oficial, algo no encaja. Momento de confusión y cruce de cables, seguramente agravado por chateo previo en el casco antiguo bilbaíno. Qué mejor solución que acercarnos a la barra y pedir otra ronda de cervezas para aclarar ideas. Lo conseguimos: resulta que Everything Everything han cancelado, y esto ha provocado algunos cambios en la programación del escenario principal. Que no cunda el pánico. Después de un paseo sin rumbo fijo, volvemos a recalar en el escenario 1, donde The Courteneers están descargando su indie rock guitarrero de manual, que nos sirve para desengrasar las articulaciones y quemar algunas calorías alcohólicas. Abandonamos nuestra posición antes de que acabe el concierto, con rumbo al vecino Pabellón 3 y la intención de ver a Belako, la gran promesa local. Está claro que tocar en casa y en prime time (22:45) ayuda mucho a tener una audiencia numerosa, hasta el punto de conseguir congregar a más gente que otros conciertos a priori con más tirón. Comprobamos que los temas de su disco debut “Euri” funcionan muy bien en directo. La gente responde, y nosotros nos contagiamos de la energía que flota en el ambiente y de las ganas que le ponen estos cuatro jovenzuelos. Interesante ver hacia dónde evolucionan en próximos trabajos. Llega un momento de solapes problemáticos, que resolvemos a golpe de descarte. Mark Lanegan, al que vamos a ver al día siguiente en el avilesino Centro Niemeyer, es el primer sacrificado por razones obvias. The Wedding Present también resultan finalmente descartados ante la opción de cenar algo y ver el final de Mercury Rev. Éstos suenan potentes y psicodélicos, con un Jonathan Donahue entonando con su particular voz algunos de sus temas más conocidos (Goddess on a Highway, Holes, The Dark is Rising...), entre desarrollos instrumentales y tragos de vino. Llega el turno de los cabezas de cartel del sábado. Hablamos, como no, de Gossip. La banda americana se centró en su reciente faceta ochentera, para ofrecer un show muy bailongo en el que por primera vez me sobra la chaqueta. A destacar el chorrazo de voz de Beth Ditto, que se mostró de lo más comunicativa entre tema y tema. Su gusto por Lady Gaga y los cortes de pelo locales (¡!) fueron algunas de las curiosas confesiones que compartió con su numerosa audiencia. Quemamos nuestros últimos cartuchos con Heavy Cross, que pone punto y final al concierto y a nuestra estancia en el BEC. El primer BIME Live llega a su fin con buena nota. Parece ser que la organización ya habla de nuevas ediciones. Esperamos que así sea.
    27/11/2013
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    Nuestra experiencia en el Bizkaia International Music Experience (BIME) comienza con el consabido viajecito en coche rumbo al País Vasco. Algo habitual, teniendo en cuenta que Euskadi concentra algunos de los festivales más potentes del norte de la península. Con la puesta en marcha del BIME, Bilbao se apunta otra cita importante dentro del calendario festivalero, a sumar al ya consolidado Bilbao BBK Live. Lo que ya se sale más de lo normal es hacer el camino ataviados con abrigos y bufandas, y alternando lluvia con granizo durante todo el trayecto. Y es que se hace raro esto de ir a un festival a finales de noviembre... Por suerte (y lógica), el BIME no se celebra al aire libre, sino en el Bilbao Exhibition Center de Barakaldo (BEC!), un enorme recinto que la organización equipó para la ocasión con cuatro escenarios, distribuidos en tres pabellones diferentes. Con el potente cartel como reclamo, decidimos pasar por alto las consideraciones meteorológicas y lanzarnos de cabeza a esta nueva experiencia festivalera invernal. Llegamos a Barakaldo el viernes a eso de las 19:30h. Después de varios días con una programación dirigida a profesionales del sector, la verdadera chicha llegaba con el fin de semana. Dejamos el coche en el macroparking del BEC! para, sin más preámbulos, sumergimos de lleno en el microcosmos musical. A esa hora se ve poca gente, así que el lugar resulta frío y bastante desangelado. Lo bueno es que no hay colas para recoger pulseras o acceder a los pabellones. Comenzamos por pegarnos un paseíto por las instalaciones para ir reconociendo el terreno, mientras discutimos qué degustar como aperitivo. Passenger es el primer nombre importante del cartel, aunque después de un pequeño debate decidimos dejar el escenario principal para más tarde y acercarnos al Pabellón 4, donde encontramos un pequeño escenario en formato auditorio. Tomamos asiento en las gradas casi vacías y nos preparamos para ver a David Fonseca, músico portugués prácticamente desconocido en nuestro país. Pop elegante, voz profunda y una propuesta más energética de lo que esperábamos, un comienzo ideal para saltar de nuestras butacas al finalizar la actuación, con ganas de atacar el resto del programa del viernes. Ahora sí, llega el momento de acceder al Pabellón 3, donde en breves momentos hará acto de presencia John Grant, nuestro primer objetivo ineludible. Cuando enfocamos el escenario principal vemos sobre él a un solitario Mike Rosenberg, sacándole los últimos acordes a su guitarra para poner fin al concierto de Passenger, afortunadamente frente a una audiencia bastante más numerosa que la congregada en el concierto de Fonseca. Más tarde nos enteramos de que así había transcurrido el concierto de Passenger en su totalidad, sin más ornamentos que la voz y la guitarra del cantante. Sinceramente, nos reafirmamos en nuestra decisión de pasarlo por alto. Más o menos a la hora prevista el señor John Grant (y su banda) toma el relevo en el escenario principal, con look de leñador y combinando saludos en eusquera con un chapurreo bastante digno en castellano. Por desgracia tardo un poco en meterme en materia, el sonido me resulta excesivamente alto y los graves retumban más de lo deseado. Estas distracciones terminan de golpe cuando suena Doesn´t matter to him, que me pone los pelos como escarpias. A partir de ahí el disfrute es total. El señor Grant tan pronto nos hace bailar al son de los cortes electrónicos de su fantástico Pale Green Ghosts, como nos deja con un nudo en la garganta cuando ataca sus temas más intensos y desgarrados. Para muestra una Queen of Denmark mágica, casi al final del concierto. No hay duda posible, hemos tenido enfrente al Greatest Motherfucker that we ever gonna meet. Muy grande. Satisfechos con lo visto y oído, es momento de hacer un descanso y meter algo sólido en el estómago. En el menú unos sencillos bocatas cumplen su función. ¿Y de postre? De postre póngame una ración de grandes éxitos de los Manic Street Preachers, para tomar aquí. Dicho y hecho, los irreductibles galeses toman por fin el escenario principal, tirando de fondo de armario para marcarse un concierto de lo más rockero y contundente. Caen un buen puñado de hits, empezando por Motorcycle Emptiness y terminando con la archiconocida If you tolerate this..., así como tres temas de Rewind the Film, su flamante nuevo disco. Se notan las tablas de los Manic, que tras varias décadas de trayectoria siguen convenciendo a las masas a guitarrazo limpio. Como no podía ser de otra forma, lo damos todo. Ya con poca gasolina, y con cierta pena por habernos perdido a Patrick Wolf por aquello de los solapes, nos quedamos a ver a Yuck, que llegaban a Bilbao presentando su segundo disco Glow and Behold. En pleno proceso de restructuración tras la marcha de su cantante Daniel Blumberg, la banda británica desplegó su sonido indie-rock con toques noventeros para una audiencia de nuevo no muy numerosa.  Su actuación nos deja un poco fríos...se impone una retirada que nos permita cargar pilas para el día siguiente.
    25/11/2013
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    Y llegó el sábado, tercer y último día del festival. La jornada comenzó con una de las hamburguesas  del restaurante Deluxe, la más pequeña de la carta. Pequeña a la manera de Bilbao, claro. Un palmo de diámetro y otro medio de grosor, dos burguers para tres personas y sobró comida. Si se preguntan cómo es la grande, yo se lo digo: cuatro kilos de carne. Lo normal en Bilbo..... Tras reposar la pantagruélica comida, emprendimos nuestra conocida peregrinación hasta Kobetamendi una vez más. A ver si esta vez lográbamos llegar a nuestro primer objetivo: el concierto de The Hives. Milagrosamente, allí estábamos cuando empezaron a sonar los acordes de “Come on!”, con los miembros de la banda ataviados cual mariachis, exceptuando el sombrero. Si algo tiene esta banda es energía a raudales, que derrochan mientras suenan “Main offender”, “Die, all right!”, “Hate to say I told you so” o “Go right ahead”, primer single de su último disco. Entre tema y tema, el cantante, Pelle Almqvist, nos dedicó unos esforzados discursos en un español voluntarioso y algo macarrónico, cosa que se agradece y motiva a un público bastante animado a pesar de lo temprano de la hora, ocho de la tarde. Hicimos un inpass en la actuación para acercarnos un ratito a The Bots, dos hermanos de 14 y 18 años dedicados al rock crudo de guitarra y batería a los que les tenía ganas desde hace tiempo. Con la frescura y la espontaneidad propias de su edad,  nos ofrecieron un pequeño pero potente recorrido por las canciones de sus tres álbumes. Dan la impresión de estar tocando como si estuviesen en el garaje de su casa, haciendo exactamente lo que quieren sin cortarse un pelo, cosa que los espectadores agradecimos. Tanto, que esperamos a que acabasen para volver al escenario principal con The Hives. Como no teníamos muy claro qué ver después, nos pasamos por el concierto de Fermín Muguruza y su nuevo proyecto, Kontrakantxa. El ex-Kortatu y ex- Negu Gorriak sigue con su rollo euskotropical de reivindicación, reggae, ska, rock, y, por supuesto, en euskera. Yo no soy muy fan, pero reconozco que no lo hacen nada mal. Sí me hizo ilusión que cerrasen la actuación con la mítica “Sarri sarri” de Kortatu, que logró que casi todos bailásemos desbocados. Dado que los siguientes eran Vampire Weekend y no nos interesaban demasiado, pues recorrido por el mercadillo, dónde me agencié unas ricas galletas que prácticamente cumplieron como cena. Un poco de charla con los amigos sirvió para amenizar el rato mientras los del fin de semana vampírico nos aburrían en sus dos vertientes, la popera y la pseudoafricana. Tras dos horas soporíferas, aterrizamos por casualidad en una pequeña carpa patrocinada por una compañía de telecomunicaciones. No sé si por la necesidad de animación o por la cerveza, pero vivimos un par de momentazos mientras sonaban “Brimful of asha” y “A message to you, Rudy” que nos cargaron las pilas de golpe y nos dejaron en la mejor disposición posible para disfrutar de Twin Shadow. La coincidencia horaria con Green Day hizo que estuviésemos los justos para que la cosa fuese divertida y sin agobios. Si tuviese que describir el concierto con dos palabras, diría “ochentero” y “talento”. Desde el atuendo de T.S. a la batería electrónica pasando por las canciones, todo me recordó a los ochenta. Ojo, que no lo digo en sentido peyorativo. Este hombre ha recogido lo mejor de la música de esa época y lo ha puesto en el siglo XXI tras pasarlo por un filtro de indudable calidad. Añadiendo a esto su evidente carisma (hasta le tiraron ropa interior) y ese aire de canalla simpático (dijo que los feos del festival estaban con Green Day y los guapos con él) obtenemos un artistazo que nos hizo disfrutar como los indios, especialmente con la versión del “Panama” de Van Halen que se marcó en el solicitado y concedido bis. Puesto que Green Day nunca han sido santo de mi devoción, nos fuimos hasta el puesto de una famosa marca de skate a disfrutar de la divertidísima fiesta a ritmo de house que tenían montada (y de paso, conseguimos alguno de los objetos de merchandising que arrojaban sin cesar). A lo tonto, a lo tonto, estuvimos allí casi una hora y media, hasta que comenzó la decepción de la jornada, Fatboy Slim. La  peor elección que pudimos hacer fue quedarnos a ver al antiguo miembro de The Housemartins en lugar de We Are Standard, todavía me arrepiento. Ofreció un espectáculo cutre, obsoleto y reiterativo, que hace quince años pudo tener gracia, en el año 2013 no tiene ninguna. Por si fuera poco, parece que el señor Cook también se ha apuntado a la moda de levantar los brazos y abandonar los platos al más puro estilo David Guetta, cosa que no contribuye precisamente a que mejore mi opinión sobre él. Un broche lamentable a un festival irregular, con un criterio musical que todavía no he conseguido identificar, pero que sin duda consigue lo que pretenden sus organizadores: vender una ingente cantidad de entradas a un público sediento (de líquido y de fiesta). Buenos momentos hay, qué duda cabe, es lo que tiene disponer de un talonario bien cargado a la hora de confeccionar el cartel. Esto permite traer artistas de gran nivel (artístico y/o comercial), con lo que raro será que no haya unas cuantas actuaciones disfrutables. Por mi parte, a pesar de las deficiencias organizativas y de un ambiente que no es exactamente el mío, si puedo disfrutar de bandas de la talla de Twin Shadow, Depeche Mode o Standstill, además de descubrir otras como Klaxons, volveré.
    22/07/2013
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    Tras un sueño reparador y unos pinchos por el tranquilo barrio de Miribilla, comenzamos nuestra expedición a Kobetamendi. Nos dirigimos hacia otro de los puntos de partida de los autobuses, San Mamés. Allí pudimos contemplar las ruinas del viejo estadio del Athletic y las obras del nuevo, ya que están pegados (alguien se debe estar forrando...). Enorme cola de nuevo, pero mucho más ágil que la del B.E.C., merced al mayor número de buses funcionando. Entre chavales con las bolsas de botellón y guiris con él ya en las venas, llegamos otra vez al mismo punto del día anterior: nos esperaba otra caminata cuesta arriba. El primer objetivo del día era Benjamin Biolay y, cómo no, ajustamos tanto el horario que sólo pudimos ver tres canciones. Servidor no conocía más que el nombre del artista francés, y así me quedé, que uno necesita algo más que un par de temas para formarse una opinión. Decepción para mis acompañantes, fans de Biolay, que quedaron con la miel en los labios. Una pena. El siguiente de la lista era Mark Lanegan, al cual iba a ver por cuarta vez. Actuaba en el escenario Live! Stage, que nos pareció pequeño para un tipo del palmarés de Lanegan. La organización sabrá por qué lo programó allí. Justo cuando empezaba el concierto, coño, caen unas gotas, vaya cielo más oscuro, ummmm, cada vez llueve más, ya no son gotas, son gotones, y al poco rato la cosa se suspendió porque el chaparrón era más que considerable. Tormentón de verano en toda regla. Todos los escenarios pararon y corrimos a refugiarnos dónde buenamente pudimos: bajo árboles, mesas, sillas, en los puestos de comida, en los baños (que, por cierto, el primer día estaban sin luz, con los inconvenientes que eso conlleva). La cosa se había puesto fea y sólo unos pocos despreocupados se atrevían a desafiar a la lluvia, probablemente por la influencia de sustancias ajenas a la fisiología humana. Tras algo más de una hora de diluvio empezó a aflojar, y entonces aparecieron los bomberos para comprobar que cableado e instalaciones estaban en condiciones para reanudar el festival (eso sí, los conciertos cancelados, The Vaccines y Mark Lanegan, así quedaron) . Dieron el ok y ese fue el momento en que hicieron el agosto los puestos de merchandising, ya que si no vendieron todas las camisetas disponibles para sustituir las mojadas, poco faltó. Una vez superadas las vicisitudes metereológicas, llegó el turno de Klaxons, absolutos desconocidos para mí, así que tuve la oportunidad de descubrir lo bien que sonaban temas como “Golden Skans”, “Gravity's rainbow” o “Echoes”. New Rave, Dance Punk, Indie Rock, pongan la etiqueta que quieran, guitarras y baile al fin y al cabo, con los que hicieron que nos olvidásemos de la ropa empapada y los pies embarrados en un santiamén. Un concierto de los que se hace corto, lleno de energía y buen rollo, muy propio de un festival. Ese día los cabezas de cartel eran Kings of Leon, a los que ya había visto en Gijón en el 2004, en el añorado festival Crossroads, donde ofrecieron uno de los más lamentables ejemplos de desidia que yo haya visto en un escenario, más preocupados de atusarse melenas y bigotes que de la música. Nueve años después, y ya sin extras capilares, siguieron dándome tal sensación de falta de sangre que pensé que iban a entrar en shock hipovolémico. Esta vez no fue una cuestión de dejadez, sino de falta de garra a la hora de defender unas canciones que son buenas, pero no acaban de llegarme. Como para gustos, colores, el público coreó convenientemente hits como “Use Somebody”, “Sex on fire” o una cortísima “Molly's Chamber”, mientras el que suscribe esperaba decepcionado el fin de la actuación. Y llegó el momento de llenar el estómago, para lo cual no dudamos en encaminar nuestros pasos al puesto de paella, la que alfombraba el suelo el día anterior (bueno, espero que no fuese exactamente la misma....). Para nuestra sorpresa, aunque el arroz estaba pasado, cosa previsible, no sabía mal. De hecho, acabamos el plato, que era una buena ración. Desde luego, para tirarla como si viniera de Chernobyl no era. Una vez hecha la degustación, al escenario principal a ver a PIL, es decir, a Johnny Rotten dando alaridos con su pinta de hooligan sesentón ante una audiencia mayoritariamente veinteañera, que supongo se preguntaría, quién era ese señor de la barriga. A pesar de todo, Rotten cumplió, y tras un par de horas bastante bailables, rápidamente a la carpa Vodafone para no perdernos ni un minuto de “Cénit”, el espectáculo con el que Standstill presentan su último disco, “Dentro de la luz”. Tengo que reconocer que durante los dos primeros temas me dediqué a echar un vistazo a un foro de ciclismo smartphone mediante (estábamos en pleno Tour de Francia, y además, cada uno tiene sus vicios), pero las maravillosas canciones me atraparon sin remedio. Esa mezcla de poesía, sensibilidad y potencia es arrebatadora e invita a cerrar los ojos y dejarse llevar, pero las atractivas proyecciones (pinturas medievales, vidrieras o figuras difusas) y los juegos de luces haciendo diversos efectos (túneles, mantos...) obligan a abrirlos de par en par, de manera que uno recibe un estímulo audiovisual de una intensidad difícilmente descriptible. Y la voz de Enric Montefusco, ¡qué voz! ¡qué forma de cantar! Sólo puedo decir que nadie debería perdérselos en directo, de hecho, tendría que ser obligatorio por ley. Parafraseando al famoso intelectual y torero: “Im-presionante”. Con los sentidos exhaustos por la hiperestimulación de Standstill, y dado que difícilmente veríamos algo mejor esa noche, nos fuimos a casa más que satisfechos de haber acudido al BBK 2013, ya que el grupo barcelonés bastó para amortizar el abono. (continuará)
    19/07/2013
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    BBK. Tres letras. Tres días de festival. Tercera edición a la que asisto. Tres los que nos desplazamos a Bilbao en un viaje de tres horas. Otras tres para entrar en el recinto del tercer gran festival al que acudo este año. ¿Querrá decir algo tanto tres? Me temo que no, pero es al menos curioso. También lo es que un festival de este tamaño, con varias ediciones celebradas y una promotora potente detrás, deje bastante que desear en ciertos aspectos de la organización. Quizá no haya espacios adecuados para un evento de estas características en el mismo Bilbao, pero el acceso a Kobetamendi (o Monte Kobetas) se hace eterno (no digamos el retorno a la ciudad de madrugada tras horas de conciertos). El jueves subimos desde el B.E.C., sin descanso tras el viaje y con la vana esperanza de llegar a tiempo para ver a Alt J, autores de uno de los discos más interesantes de 2012. Cuando vimos la larguísima cola que había para coger el autobús que lleva al recinto recibimos una buena dosis de realismo: bastante sería llegar a los últimos temas. La espera fue amenizada por un grupo de jóvenes cristianos que repartían panfletos antiabortistas y proclamaban soflamas acerca de las manchas que nos dejaban el sexo y otros placeres de la vida. Siguió el jolgorio cuando el autobús nos dejó a quince minutos cuesta arriba de la entrada (ya sabemos lo aficionados que son en Euskadi al montañismo) con un bochorno que nos hizo llegar sudando como patos delante de un cartel que señalaba a la izquierda para entradas de un día y a la derecha para abonos de tres días. Ya. Éstas eran las indicaciones, escuetas, la verdad. Nos dirigimos cual rebaño hacia la derecha flanqueados por grupos de botelloneros que apuraban el contenido de sus bolsas con alegría ya que, como suele ser habitual, no se puede introducir bebida ni comida en el recinto, que los tipos de las barras y los puestos de comida también pagan facturas. Entre el paseo y la espera para entrar, volaron las opciones de ver a Alt J, y las de llegar a Editors iban por el mismo camino. Ésta es más o menos la conversación que mantuvimos con el personal que proporcionaba pulseras y controlaba la entrada, superados por la avalancha de gente que había : “Disculpe, ¿dónde se canjean las entradas compradas online?”-”Pregunta más adelante”-”¿Y las acreditaciones?”-”No es por aquí, te has equivocado de cola”-”Es que no estaba indicado en ningún sitio”- “Es una de las casetas que está detrás del torno, diles que te dejen pasar”. Todo esto con pinta de no tener ni idea y atropelladamente, ya que el tsunami humano amenazaba con pasar por encima de ellos. Afortunadamente nos dejaron entrar y encontramos los cubículos correspondientes, dónde nos pusieron las pulseras festivaleras de rigor. Eso sí, las de mis acompañantes estaban recicladas del Sonisphere 2012 (¡!), lo que supuso una pequeña decepción para su corazoncito coleccionista (y con razón, es un poco cutre el reaprovechamiento pulseril, que el precio del abono da por lo menos para un trocito de plástico estampado, digo yo). ¡Por fin estábamos en el BBK Live! Costó pero lo conseguimos, no sin sufrir dolorosas bajas en el intento (léase Alt J y Editors). Además de la enorme cantidad de asistentes, nos llamó la atención el suelo cubierto de platos de paella a medio comer, e incluso casi sin tocar, enfrente de los puestos de provisiones. En ese momento decidí que un manjar merecedor de semejante trato había que probarlo antes o después. Llegamos a tiempo de escuchar diez minutos a Charles Bradley mientras reponíamos fuerzas tras los avatares del acceso. Un bocata de lomo a la plancha un poco seco y queso cumplió dignamente con esa labor, convirtiéndose en nuestro principal sustento en Kobetamendi. Volviendo al gran Charles, cantante de la vieja escuela que ha conocido la fama ya talludito, soul sudoroso y de alto octanaje, James Brown style. Y de allí, al escenario principal al concierto de unos “chavales” ingleses. A las 22:37, con puntualidad inglesa (habitual los tres días, punto para el festival), el plato fuerte del jueves, Depeche Mode. Comenzaron con "Welcome to my world" y ya pudimos comprobar el buen estado de forma de la banda. Dave Gahan con su clásico peinado y sin parar a pesar de los años y los excesos, Martin Gore y sus sempiternas uñas pintadas de negro, la flema habitual de Andrew Fletcher.... Como reza el tango, veinte años no es nada, y treinta poco más, al parecer. Parada durante "Precious", problema técnico, se soluciona el incidente aprovechando para subir un poco la voz y encadenan "Black Celebration" y "Policy of truth", sin concesiones y con un sonido más que notable. A los cincuenta minutos Gore da el relevo a Gahan en el micro para cantar "Judas" acompañado del piano. Muy bien resuelto. El momento de mayor comunión con un público algo frío llegó al final con "Enjoy the silence" y "Personal Jesus", coreadas con entusiasmo. Pequeño descanso y a por el bis. Retorna Gore con una maravillosa "Home" otra vez respaldado por piano, vuelven todos para la traca final con "Halo", la bailadísima "Just can get enough", "I feel You" y Gahan sin camiseta para "Never let me down again". Dave levanta una mano ligeramente ladeada y sobrecoge ver instantáneamente los brazos del público cual campo de tulipanes a merced del viento tras ese mínimo gesto del cantante. Espectacular final tras dos horas de concierto. Disfruté como un enano con una de mis bandas favoritas desde la adolescencia, la verdad. Tras esta intensa experiencia, se hacía necesario remojar el gaznate. Nos encaminamos hacia el escenario Heineken para llevar a cabo tan delicada tarea mientras escuchábamos a Biffy Clyro. Por desgracia, los escoceses no captaron suficientemente nuestra atención con su rock “alternativo” (por cierto, alternativo a ¿qué?) muy influenciado por el grunge y bandas de los noventa, así que nos dimos una vueltecilla por el recinto encontrándonos con algunos paisanos y haciendo tiempo hasta el siguiente grupo. A las dos en punto arrancaron Two Door Cinema Club con su propuesta bailable y algo monótona. Algunos temas parecerían repetidos si no fuese porque su cantante Alex Trimble alterna guitarras y teclados, lo que hace suponer que no deben estar tocando la misma canción una y otra vez. De todas maneras, el público se lo pasó en grande, objetivo primordial de un evento de estas características. Delorean fueron la última banda que vimos el jueves. Los de Zarautz me gustan, de hecho era la tercera vez que los veía, pero son otros cuyas canciones me resultan bastante parecidas (y un poco confusas) en directo. Pese a todo, cayeron unos bailoteos que sirvieron para agotar las escasas fuerzas disponibles (ya que el cansancio del día, con viaje incluído, y la ingesta de cerveza comenzaban a hacer mella) y que  renunciásemos a ver a los dj's que pinchaban a continuación, con lo que nos encaminamos hacia la parada del autobús, afortunadamente cuesta abajo. No hubo que esperar demasiado para el retorno al B.E.C. y al coche aparcado en una de las plantas del parking habilitadas para los festivaleros al "módico" precio de siete euros. (continuará)
    19/07/2013
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    Y por fin llegó el último fin de semana de junio y nos trajo una nueva edición del Azkena Rock Festival, posiblemente el festival rock más importante de los que se celebran en nuestro país. Y como tantas otras cosas en los tiempos que corren, llegaba después de haber sufrido los temibles recortes: menos días, un cartel más modesto y cierta sensación de ir a menos que seguro os suena. Y como en tantas otras cosas, ha sido la gente que tanto quiere a este festival (13.600 personas el viernes y 11.700 el sábado), junto con la indudable calidad del cartel, a pesar de la escasez de grandes nombres, lo que ha salvado esta complicada edición y garantiza el futuro de una propuesta única, como la preciosa ciudad de Vitoria donde se celebra. Viernes Después de una dura jornada de trabajo y unas cuantas horas de viaje, llegamos a Vitoria bastante tarde y nos perdimos a una parte de los grupos del primer día, así que por ellos pasaré de puntillas. El festival lo abrió la banda vizcaína Quaoar a las 17:15, seguidos de los franceses The Socks. Después vendrían dos clásicos del rock estatal: Sex Museum y M-Clan (ejem, ejem), y entre medias los tejanos The Sword​, que según todas las referencias dieron un gran concierto con un sonido muy heavy y unos riffs que hicieron disfrutar al personal. Para cuando llegamos al recinto de Mendizabala, Alberta Cross ya había comenzado su concierto en la carpa del festival. Los londinenses radicados en Nueva York, con su flamante último trabajo “Songs for Patience” bajo el brazo, era uno de los grupos que más expectativas había levantado. La particular voz de Petter Ericson me pareció demasiado aguda, pero la calidad del folk-rock del grupo gusto a un público que sólo les abandonó al final, cuando unos cuervos negros se acercaban al escenario principal, nombrado Kevin Ayers en homenaje al mítico músico inglés, fallecido recientemente. The Black Crowes volvían a Vitoria después de su concierto de 2009 y nadie quería perdérselo. Buen ambiente, mucha cerveza y todo estaba listo para ver a un grupo 100% Azkena, 100% rock and roll. Desde que sonaron las primeras notas de “Twice as Hard" el público se entregó completamente a estos maestros del rock, que con un frontman de la talla de Chris Robinson y una banda que sigue sonando como los ángeles, hicieron un repaso por todos los hits de su carrera. Sonaron "Remedy", "Soul Singing", "By your side", "Jealous again" o "She talks to angels" y para terminar  un bis de “Hard to Handle/Hush” de los que ponen los pelos de punta. Conciertazo de unos The Black Crowes que tienen en el Azkena su casa. Todo lo contrario les pasa a The Smashing Pumpkins, que como diría mi chica son demasiado "molones" para el Azkena. Desde que la organización anunció a la mítica banda de Billy Corgan me pareció una elección extraña y el resultado fue desigual. El arranque del concierto fue brutal, con auténticos himnos como “Cherub Rock”, “Disarm” o “Tonight, Tonight” y una banda que sonaba muy contundente. A partir de ahí el abuso de temas nuevos empezó a dejar frío al público y el concierto pegó un bajón, con canciones que terminaban en silencio sepulcral, sin aplausos. En la parte final “Ava Adore” o la magnífica “Zero” no fueron suficientes para que el concierto levantara el vuelo, algo a lo que no ayudó dejarse temas como “Today” o "1979" en el tintero. De vuelta a la carpa nos encontramos con The Sheepdogs, sustitutos en el cartel de Modest Mouse. Algo cansados vimos el concierto desde la distancia, pero los canadienses sonaban fenomenal apoyados en la voz de Ewan Currie y en los estupendos temas de su nuevo disco. Buen concierto con el consiguieron meterse a un público en el bolsillo que acabó pidiendo más. El final de la jornada corrió a cargo de los suecos Horisont. Riffs setenteros y cierta psicodelia en lo musical, con una voz demasiado aguda, demasiado heavy, que no pegaba muy bien con el resto.  Visto lo visto, decidimos que ya era hora de retirarnos a descansar porque todavía nos quedaba un día más de festival por delante. Sábado El segundo día del festival comenzó en el tercer escenario ... ¿que no hay un tercer escenario? Sí que lo hay, es Vitoria. Pintxos, txakolís y un buen paseo por el centro de la ciudad, es la mejor forma de comenzar una jornada en el Azkena. La única pega es que se nos hizo tarde y volvimos a perdernos los primeros grupos que actuaron el sábado: Heaven's Basement, Troubled Horse, Los Zigarros y JJ Gray & Mofro​ fueron daños "colaterales". Cuando llegamos al festival el concierto de Uncle Acid & The Deadbeats ya había comenzado en la carpa. Voces psicodélicas, riffs saturados y muchas referencias a Black Sabbath (no en vano han sido elegidos como teloneros para la gira de reunificación del grupo), Alice Cooper o The Stooges para un cuarteto inglés que dejó buenas sensaciones. De vuelta al escenario principal nos encontramos con Los Enemigos, todo un clásico del rock estatal. La banda sonó bien y consiguió que parte del público se divirtiéra, aunque por nuestra parte no fuimos participes y lo vimos desde la distancia. ¿Por qué? Porque como dijo una de las personas que me acompañaba con doce Azkenas a sus espaldas, este es un grupo del Derrame Rock. Después le llego el turno a Gov´t Mule, que a la postre, acabaría siendo el mejor momento del día. Calidad, calidad y calidad es lo que tiene por los cuatro constados Warren Haynes y los fantásticos músicos que le acompañan, así que a pesar de que al principio el sonido no fue del todo bueno, acabaron dando un espectáculo de muchos quilates. Casi una hora de actuación que terminaron con un bis en el que se animaron con una versión del "Love me do" de The Beatles, gran concierto. Sin movernos del escenario Kevin Ayers, esperamos a que comenzarán The Gaslight Anthem. He de decir que a mi el sonido punk rock tan americano de la banda de New Jersey no me gusta, pero aún así reconozco que dieron un buen concierto, lleno de energía y honestidad a la hora de defender sus temas. El público estuvo algo frío al principio, pero la banda consiguió animar al respetable y completar una actuación notable que también cerraron con una versión, en este caso del "Baba O'Riley" de los Who. Los siguientes fueron Walking Papers, la banda de Seattle consiguió dejar en anécdota la ausencia de su miembro más conocido el ex bajista de Guns N’ Roses, Duff McKagan, y el trío restante consiguió dar un buen concierto que gusto al público de la carpa. Una presentación en directo de su disco debut que ha cosechado grandes elogios y que contó con la colaboración de ilustres como Mike McCready (Pearl Jam). El cierre del festival lo pusieron Rocket from the crypt en el escenario Kevin Ayers con un concierto más bien flojo. La mítica banda, muy valorada por su directo, se vio lastrada por un pobre sonido y sobretodo por la increíble verborrea de su cantate Speedo, que se marcó los discursos más largos que haya visto jamás en un concierto. Al principio te ríes, luego flipas, pero a los cinco minutos de discurso la gente no aguanta más y empiezan los pitos. Aún así, conseguimos bailar y saltar al frenético ritmo de sus canciones y poner el cierre al Azkena 2013 quemando todas las naves.
    10/07/2013
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  • Crónicas
    Con hora y pico de retraso llegamos al auditorio Miguel Rios,  un anfiteatro que ha acogido el festival En Vivo en los dos últimos años. Cuando vamos a que nos coloquen las pulseritas, me doy cuenta que incluso en el material de las mismas se ha pretendido ahorrar: se han pasado del plástico al papel. No pasa de ser anecdótico, pero en ese momento me llamó la atención. Cuando entramos en el recinto estaban empezando a tocar Red Fang. Por los horarios de los autobuses no pudimos llegar antes, aunque tampoco me importó demasiado. Los de Portland era el primer grupo que realmente me interesaba. Después de saludar a unos coleguitas metaleros y bien provistos de cerveza nos dispusimos a disfrutar del concierto. Con solo un sencillo telón de fondo y  a pesar de que su estilo musical no tiene mucho que ver con el metal, supieron ganarse a buena parte del público. Temas clásicos de la banda como "Prehistoric Dog" o "Wire", sirvieron para hacerme calentar las cervicales y arrancarme el primer "guitar air" de la jornada. Un gran comienzo, sin duda. A punto de comenzar  Tierra Santa, decidimos ocupar nuestro lugar en el lado izquierdo del Black Circle, que aún estaba prácticamente vacío. Hace ya unos cuantos años, en los 90's, tuvo ocasión de verlos en mi ciudad natal, y ni fu, ni fa. Aún así, decidí darles una segunda oportunidad ... que solo duró media canción. A mitad de  "Más allá de la vida", bastó una sola mirada a mi hermano (que fue mi compañero en este festival), para abandonar las primeras filas e ir a tomar asiento, mientras degustábamos una nueva remesa de cerveza y un cigarrito adulterado. A pesar de todo, y teniendo en cuenta que la música se escucha desde cualquier punto del recinto, reconozco que disfruté con "La canción del pirata": un tema basado en el poema de Espronceda  que me trae muy buenos recuerdos de mis años mozos. Una vez más, volvemos al Black Circle para ver a Newsted, el nuevo proyecto del ex-bajista de Metallica. La expectación es mayor que en conciertos anteriores, y eso se nota en los pocos huecos que van quedando. Poco antes de que Jason salga a la palestra, se me viene a la cabeza el concierto de Slash en el Azkena de hace un par de años, y la sensación de haber visto a un músico acabado. ¿Ocurrirá lo mismo esta vez? Definitivamente no. Jason, rodeado de un buen elenco de músicos, derrocha actitud y autenticidad por los cuatro costados. Disfruta con lo que hace y eso llega a la gente. No sé si habréis escuchado alguna vez lo que algunos músicos describen como un intercambio de energía entre el artista y público. Pues eso es lo que yo sentí. "Soldierhead", single de su EP "Metal", fue uno de sus temas con más acogida. Enorme también "Long Time Dead", que será incluida en su próximo larga duración. Como no podía ser de otra manera, también nos regalo un pequeño fragmento del "Creeping Dead" de Metallica y la versión completa de "Wiplash" para finalizar el concierto. En definitiva, prueba superada y con nota. Ghost es la siguiente banda en tocar y una de las que más ganas tenía de ver en directo.  Con "Per Aspera Ad Inferi" y al grito de "¡esta es la juventud del papa!" por parte de unos andaluces que estaban a mi lado, comenzaron una actuación que quedo un tanto deslucida  (estéticamente hablando), por  haber sido a plena luz del día. Un grupo de sus características ganaría enteros tocando de noche e incluso en una sala o un recinto más pequeño. Aún así disfrute mucho de temas como "Con Clavi Con Dio", "Secular Haze" o "Year Zero", entre otros. Iron Maiden son los siguientes y una marea de personas abarrota el recinto. Con serias dificultades, nos hacemos camino entre la gente para abandonar el Black Circle. Pensaréis que lo más prudente habría sido no movernos del sitio y simplemente esperar a que empezara el concierto... y estaríais en lo cierto,  pero la vejiga aprieta y de que manera. Al llegar a la zona de los wc's nos encontramos con una multitud haciendo cola, mientras otros muchos, hartos de esperar, hacían sus necesidades contra la verja que servía de cierre al festival. Después de pensarlo unos segundos, decidí dejar que prevaleciera el civismo y me puse a la cola, nervioso porque el tiempo se me echaba encima y de ninguna manera quería llegar tarde al concierto. Primer tirón de orejas a la organización: ¿tan difícil es hacer que la gente disponga de un número adecuado de retretes?. Si salir del recinto fue difícil, entrar fue mucho peor: estaba completamente abarrotado. A base de "perdón, ¿me dejas pasar?", intentamos volver a recuperar nuestros sitios, pero un número importante de miradas asesinas nos hicieron desistir de nuestro empeño. Fue entonces cuando vimos a dos miembros de la seguridad del festival abriéndose paso entre la multitud, a la vez que pedían a la gente que les mostrasen las pulseras que permitían el acceso al Black Circle. Cual fue mi sorpresa cuando me entero de que, con los primeros grupos, como prácticamente estaba vacío, habían dejado entrar a quien quisiera a cambio de volver a salir cuando se empezara a llenar (!!!). "¡Si nos ponen la miel en los labios, luego no nos la pueden quitar!", decía uno de ellos. ¡Y con razón! Segundo tirón de orejas a la organización (y este bien gordo): ¿Quién fue el lumbreras que pensó que iba a dejar la entrada libre y que luego, voluntariamente, la gente iba a volver a salir? Como comúnmente se suele decir, eso no se le ocurre ni al que asó la manteca. Al grano. Después de diez años estaba a punto de ver mi sexto concierto de Iron Maiden y lo cierto es que tenía los nervios a flor de piel. Empieza a sonar, el "Doctor, Doctor" de U.F.O, preludio de lo que estábamos a punto de presenciar. Una vez termina la canción... "Seven deadly sins, seven ways to win, seven holy paths to hell, and your trip begins, seven downward slopes, seven bloodied hopes, seven are your burning fires, seven your desires...." y arranca "Moonchild". No tengo palabras para describir el escalofrío que me recorrió la columna vertebral. "Can I Play with Madness", mi adorada "The Prisoner", "Two Minutes to Midnight", "The Trooper" con Dickinson ondeando la bandera británica, "¡scream for me, Madrid!"... y vaya si gritamos.  "Afraid to Shoot Strangers", "The Number Of The Beast", llamas por doquier, "The Phantom Of The Ópera", "¡scream for me, Madrid!"... y gritamos hasta que no nos quedó aire en los pulmones. "Run To The Hills" y Eddie aparece en el escenario, ante el clamor de la gente, "Wasted Years", "Seventh Son of a Seventh Son", explosiones pirotécnicas y Dickinson dejándose la garganta. Harris toca con su bajo la introducción de "The Clairvoyant" y siguen lloviendo los clásicos, "Fear Of The Dark", "¡scream for me, Madrid!", y vuelvo a gritar. Mañana estaré afónico... ¿y a quién coño le importa?. Se despiden y llega la espera a los bises, que nos sirve para tomarnos un respiro. Dura poco. Se empieza a escuchar la voz de Churchill y aparecen imágenes de la II guerra mundial en las pantallas: "... in the fields and in the streets, we shall fight in the hills; we shall never surrender", comienza "Aces High" y se desata la locura. Después "The Evil That Men Do", uno de mis temas favoritos, y posteriormente "Running Free", que sirve para presentar a la banda y poner punto y final al mejor concierto que he visto de la dama de hierro a día de hoy. El hambre empezaba a apretar y decidimos aprovechar el desalojo masivo que significó el final del concierto de Maiden, para cambiar la ingesta de líquidos por la de sólidos. Después de dar unas cuantas vueltas, descubrimos un stand de bocadillos plagado de gente justo al lado de la carpa del Dj. Viendo que era casi misión imposible llegar hasta la barra, preguntamos a un grupo de personas donde había más. Para mi asombro, nos contestan que solo hay ese. Tercer tirón de orejas a la organización: ¿Realmente os parece buena idea poner un único puesto de bocatas para 25.000 personas?. En definitiva, nos quedamos sin comer. Con el estómago vacío pero con una excitación máxima por ver a Anthrax, nos dirigimos de nuevo al Black Circle. Una vez allí, pudimos apreciar que había un montón de huecos y que esta vez podríamos disfrutar del concierto sin agobios. En mi cabeza daba vueltas la buena forma, tanto física como musical, que demostraron en su concierto del Big Four, en Bulgaria, y crucé los dedos para que se asemejara los más posible a lo que iba a ver. Y la verdad es que no me defraudaron: "Among The Living", "Caught In A Mosh", "I Am The Law", "Indians", "Got The Time", "I’m the Man", y "Antisocial" hicieron que siguiera castigando mis ya cansadas cervicales a golpe de Headbanging. También hubo tiempo para homenajear a Dio y a Dimebag Darrel con una emotiva "In The End", y como no a Jeff Hanneman con un pequeño fragmento de "Raining Blood". También destacar la increíble forma física de los miembros del grupo, sobre todo Joey Belladona, que no paraba de correr de un lado a otro del escenario, y Frank Bello, que talmente parece que se vuelve loco cuando un bajo cae en sus manos. La única pega, además de lo corto que se me hizo el concierto, fue su nuevo guitarrista, Jonathan Donais, que a pesar de que cumplió perfectamente con su papel, no me acaba de cuadrar en el grupo. ¿Nostágia por Dan Spitz? Pues si... y mucha. Esta vez sin movernos del sitio, esperamos a que diera comienzo el concierto de Megadeth. Aún sin ser un gran fan del grupo, sentía mucha curiosidad por ver como se desenvuelve la banda en directo.  Algo que me resultó muy atractivo, estéticamente hablando, fueron las tres pantallas que colocaron en el escenario y que sirvieron para ofrecer imágenes relacionadas con las canciones. Centrándonos en la parte musical, la banda sonó pero que muy bien. Los temas que más me gustaron fueron "Trust", "Hangar 18", "Countdown to Extinction" y "Architecture of Aggression". Tampoco faltó la archiconocida "A Tout le Monde", muy coreada por el público, a petición de un Dave Mustaine mucho más cercano de lo habitual. Para finalizar, destacar la labor de Chris Broderick a las seis cuerdas. Impresionante guitarrista, si señor. Muchos os tiraréis de los pelos, pero según acabó Megadeth decidimos irnos para el hotel. El viaje, las pocas horas dormidas, y el estómago vacío hicieron que no nos lo pensáramos demasiado a la hora de decidir abandonar el festival. A esto hay que sumarle que Avantasia no son precisamente santos de mi devoción. Aún así, nos quedó un muy buen sabor de boca y la sensación de haber presenciado algo grande. Metal rules!
    09/06/2013
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  • Crónicas
    Comento con un amigo cómo la relación física y emocional con el festival va cambiando según pasan los días: El jueves llevas un petardo en el culo; tal es el ansia, que corres el riesgo de pasarte la mayor parte del día imbuído en una nube de desconcierto y emoción. El viernes es el día perfecto: los ánimos se han serenado y te sientes como en casa... además, salga como salga, sientes la tranquilidad de tener un día entero por delante. Y luego está el sábado. El sábado estás cansado, sientes los primeros atisbos de bajona y sabes que en unas pocas horas todo habrá terminado... es el último cartucho, y si no apuntas bien habrás perdido tu última oportunidad. Será por eso que todos los años comenzamos la última jornada a las 4 de la tarde en el auditorio. Este año programan a Pantha du Prince con su séquito de maestros de la campana, The Bell Laboratory. Hendrik Weber y sus 5 compinches salen a escena ataviados con mandiles de trabajo y una pequeña campana en cada mano que hacen sonar en un orden y con una frecuencia precisa para generar una melodía que se expande por el enorme recinto. Este será el principal leitmotiv de la actuación: marimba, xilófono, cimbales y un carrillón de 50 campanas tocado por una chica. Todo ello es aderezado puntualmente con toques electrónicos que salen desde el laptop de Weber. El concierto se centra en el álbum conjunto con los campaneros, rescatando hacia el final un par de temas del maravilloso album del alemán, "Black Noise". Como despedida, los músicos se mezclan entre el público y avanzan lentamente hacia el fondo del auditorio mientras hacen sonar las citadas pequeñas campanas de mano, creando un efecto dolby surround de los que hacen cosquillas en las neuronas. Toda una experiencia auditiva. Nos damos un paseo por los puestos de vinilos en busca de algún souvenir. Compro copias de Separations, Singles Going Steady, Second Edition y el último maxi de Kresy. Nos acercamos a casa a dejar las rosquillas, administrar fuerzas y coger algo de abrigo: al igual que el resto de días, hace viento y frío... el de este año está siendo un primavera bastante otoñal. A falta de Rodríguez, apuesto por la joven Melody Prochet y su proyecto Melody's Echo Chamber, que en mi opinión facturó uno de los mejores discos del pasado ejercicio. Llegamos para los tres últimos temas del concierto, tres gemas de pop psicodélico que por momentos se dilatan para convertirse en precisos y potentes desarrollos krautrock. Se nota que va acompañada de un gran grupo de músicos. Única pega... madame Prochet desafina, y mucho. Había visto vídeos en los que el desafine era constante y en las tres canciones que presencio es algo puntual, pero por su forma de cantar (susurros, tonos agudos) especialmente irritante. El siguiente plato del menú degustación son Dead Can Dance. Mi elección, una vez más, se ve condicionada por la nostalgia: en mis años mozos, cuando me cardaba el pelo y me pintaba la raya, llegaron a ser escucha reiterada. El concierto se centra en su disco de retorno, Anastasis (caen hasta 5 de sus 8 temas). Trato de dejarme llevar por los ritmos hipnóticos marca de la casa, pero Brendan Perry se esfuerza demasiado en decir demasiadas cosas que me sacan del trance.  Por el contrario, cada vez que Lisa Gerrard canta, se me hiela el alma; la fascinante  glosolalia de esa mujer suena a pirámides egipcias, a culturas ancestrales y a ritos profanos. Echo de menos más clásicos y menos temas nuevos. Nos encaminamos al Heineken para ver a Nick Cave and The Bad Seeds. Temo que, como DCD hace unos minutos, el australiano decida basar el concierto en su último disco, que será todo lo bueno que quieran, pero no parece la mejor elección para la fiebre festivalera del sábado noche. La cosa empieza con su estupendo primer single, We No Who U R y continua con su aun mejor segundo single, Jubilee Street, que como el propio Cave dijo recientemente “ya es un jodido clásico”. ¿Y ahora qué? Ahora Cave se saca de la manga un From Her to Eternity preñado de rabia y desesperación con unos Bad Seeds administrando la tensión con absoluta maestría. ¿Y después? Después Red Right Hand y Tupelo y The Mercy Seat. Un Cave arrollador se sube a la valla de separación y deja un pie en la misma y el otro entre el público, por momentos amenazando con saltar, por momentos tomando la cabeza de una fan para escupirle los versos más hermosos. El concierto es un tornado: La  bestia ha llegado y el rey ha caminado sobre ella. Aun afectados por el vendaval, nos damos el paseo de vuelta para ver a Los Planetas interpretando “Una Semana En El Motor De Un Autobús". Me da la impresión de que dieron un buen concierto, pero la distancia y el bajo volumen se alían para dejarme a las orillas de lo que pudo ser uno de los momentos de la noche. Antes de que acabe, me escapo con un par de compinches a ver a My Bloody Valentine, uno de los conciertos más esperados del festival. Por despiste o falta de previsión nos ponemos justo enfrente de la torre de sonido, al lado derecho, donde una cuesta abajo te hace mengüar cinco centímetros con respecto a los cientos de personas que hay delante, por lo que lo único que alcanzamos a ver es un mar de cabezas. Ya suenan los primeros acordes de I Only Said, por lo que decido abstraerme y disfrutar del concierto. Suenan fenomenal. Mmm. Aquí entraban las voces. Pero no han entrado. Mis amigos me miran confundidos… ¿está cantando? Por ser el más alto, me pongo de puntillas y alcanzo a ver en la pantalla a Kevin Shields moviendo la boca. Sí, está cantando, pero no se le oye. Esperamos a la siguiente canción… más de lo mismo. Igual lo hacen así a propósito. Aguanto una tercera y me doy el piro. Probablemente haya unas cuantas bandas a las que les aceptaría un concierto de versiones instrumentales, pero My Bloody Valentine no está entre ellas. Tengo entrada para verles en sala en un par de meses, por lo que una retirada me parece la menos mala de las derrotas. No obstante, ni que decir tiene, el encabrone es monumental, por lo que llego a ver a Hot Chip sin las ganas de fiesta que hubiese tenido en otras circunstancias. Para cuando quiero entrar mentalmente en el concierto, ya ha llegado a su fin. Uso el final de fiesta con DJ Coco para reposar mi maltrecha espalda y ejercitar la autocompasión, mientras contemplo desde las gradas del Rayban a mis amigos apurando el último aliento del festival. Ya está, eso ha sido todo. Pasarán dos semanas antes de ser capaz de verlo todo con perspectiva y darme cuenta de que, a pesar de los grandes conciertos, no fue el BestFestivalEver. Ni siquiera el BestPrimaveraEver. Pero... ¿Saben qué? Ha valido la pena. Me llevo un puñado de momentos fantásticos, musicales y extramusicales. Además, estoy convencido de que el 14 va a ser la hostia: Es par, y los pares tocan Wilco.
    04/06/2013
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    Un amigo tiene la gentileza de bajar a comprar 2 tickets para el concierto en el auditorio de Daniel Johnston y tarda algo más de 1 hora en volver: la cosa pinta a llenazo. El primer concierto del día es el de Kurt Vile, del que apenas he escuchado un par de temas de forma precipitada. La sorpresa es mayúscula. Me recuerdan a The Velvet Underground (esas guitarras y esa forma de cantar) y su actitud y autenticidad me ganan a los tres temas. ¿Qué es lo que hace que un grupo de rock/americana te fascine mientras otros 50 te dejan indiferente? Me oigo decir en voz alta: Si en vez de a las 6 lo programan a las 10, lo petan. Cuánta razón. Nota mental: darle una escucha atenta a “Wakin on a Pretty Daze”, su laureado último disco. Dejamos el concierto poco antes de que acabe para dirigirnos al auditorio. Unos jóvenes, megáfono en mano, explican que la kilométrica cola de entrada es únicamente para los que tienen ticket. A eso de las 19:50 logramos finalmente entrar. El concierto ya ha empezado:  Llenazo hasta la bandera (gente de pie incluida). Confieso que estoy aquí únicamente por la impresión que en su día me causó el documental The Devil & Daniel Johnston. Siento interés por su música únicamente como consecuencia de la persona y su vida. A decir verdad, todo esto tiene un algo de voyerismo emocional que me incomoda. Suenan los pocos temas que conozco, Devil Town, Walking the Cow, Speeding Motorcycle, Fish, Casper y la preciosa True Love Will Find You in the End. La banda de acompañamiento son los valencianos Betunizer, que hacen un fantástico trabajo amoldándose a los vaivenes rítmicos de Johnston. Para el anecdotario... Daniel se gira para preguntar a la banda por qué no comienzan a tocar la siguiente canción: Whats up, guys? Le responden al unísono: This one is a capella. Genio y figura. Salimos del auditorio y, tras echar un vistazo a los nubarrones, decido acercarme al apartamento a coger el chubasquero, ahora que ningún concierto exige mi presencia. Más tarde, los compañeros de grupo describirán entusiasmados sendos conciertos de Django Django y Daughn Gibson como "la gran fiesta de rock bailable y las percusiones caribeñas" y "un derroche de intensidad, actitud y credibilidad a raudales". Sacrifiqué dichas bondades por una dilatada sentada en trono, una cocacola y un estupendo porro de marihuana: je ne regrette rien, que cantaba la Piaf. Llego al Escenario Primavera con el tiempo justo para encontrarme con algunos amiguetes y tratar de avanzar algunas posiciones para ver a The Breeders. Las hermanas Deal reproducen sonrientes su maravilloso "Last Splash" de manera impecable. Se las ve felices de principio a fin, trasmiten buen rollo a raudales y demuestran tener muy bien ensayada su mejor colección de canciones. Acaba Drivin' on 9 y dicen aquello de that’s it!, pero nos regalan un par de temas de la reciente reedición XXL del disco, versión de Happiness Is a Warm Gun incluída. A propósito, este es el primer concierto del festival en el que tengo que morderme la lengua para no pedirle a los vecinos que cierren la puta boca... es lo que pasa cuando te quedas atrás. Toca peregrinaje hasta el otro extremo del festival para sacarme una espinita que tengo clavada desde que me compré aquella raída copia de segunda mano del "Psychocandy" a principios de los 90. Me consta que ver a The Jesus and Mary Chain entonces y verlos ahora son experiencias  diferentes, pero quiero pensar que igualmente disfrutables. El concierto es un recorrido por algunas de las cumbres de su discografía: Head On, Teenage Lust, Sidewalking, Some Candy Talking, Happy When it Rains, Reverence, Never Understand o un Just Like Honey glorioso en el que sale una invitada a repetir 17 veces el título de la canción; solo más tarde me enteraría de que aquella ovación iba destinada a Bilinda Butcher, de My Bloody Valentine. Disfruto del concierto enormemente. Cambio de tercio y nuevo peregrinaje –último del día... ¿alguién ahí fuera probó los minis?- al Primavera para ver a James Blake. Escuchado su último disco y dada la programación nocturna, se antoja algo muy especial. Y lo es. Siempre he tenido el secreto temor de que lo de James Blake derivase hacia temas soul empalagosos orientados a las listas de éxitos. El concierto demuestra que Blake no reniega de su pasado y que, además de haberse encontrado como el fantástico cantante que es, sigue siendo un relojero suizo en eso de administrar los graves, los silencios, los ritmos y los samples... dubstep, lo llaman. Baladas y baile casi a partes iguales, cerrada ovación. Sí, yo soy de los que renunció al concierto de Blur por ver a Swans. ¿Por qué?  Se estarán preguntando. Pues mayormente por comodidad. Tener la opción de experimentar la tormenta perfecta de los cisnes negros de Michael Gira en un escenario como el Rayban (circo romano, ceremonia vikinga) y sin más saturaciones que las sónicas, me pareció un plan perfecto. En cualquier caso, mejor que ver a Blur en una pantalla. Y qué decir del directo de los Swans que no se haya dicho ya. Bofetada sónica y espiritual, expresión certera a través de la música de la rabia y el dolor. Música oscura como una noche sin estrellas. Penúltimo concierto del día: The Knife. Les conozco desde que salió el vídeo musical de Full of Fire, hace tan solo unos meses y su "Shaking the Habitual" me parece un derroche de creatividad (sí, incluido el tema ambient de 20 minutos... prueben a usarlo para lecturas de ciencia ficción). Los hermanos Dreijer juegan al despiste: durante los primeros minutos trato de distinguir quién es quién, quién toca qué, de dónde viene tal sonido. Enseguida me doy cuenta de que es una misión imposible. Por si no me había quedado claro, al cabo de dos o tres temas todo atisbo de músico desaparece de escena, que es ocupada por un grupo de bailarines que despliegan una divertida y desenfrenada coreografía. ¿Me pareció oir un tongo! aquí? ¿Un menudo playback! allá? Hace playback el que pretende estar cantando sin cantar. Aquí solo se pretende una cosa: acabar con todos los presupuestos existentes sobre lo que debe de ser un concierto... agitando lo habitual. ¡Aquelarre! ¡Viernes de brujas electro! Ni que decir tiene, me lo paso en grande. Despedimos el día con un señor conciertaco de Dan “Daphni” Snaith, que se marca una impepinable sesión de baile que tan pronto recupera los samples tribales que el día antes le escuchamos a Four Tet como se da un paseo por el achilifunk de los 70, el uk garage, lo que parece la sintonía de Vacaciones en el Mar, Joy Orbison, el house o lo que se le ponga delante. Un gusto exquisito para elegir temas que modifica manipulando filtros constantemente y con un único fin: hacernos bailar hasta el amanecer. Inmejorable cierre para un día de festival sencillamente perfecto. Así sí.
    03/06/2013
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  • Crónicas
    Los trámites de cambio de abono por pulsera y tarjeta sorprenden por su fluidez. Un minuto después ya estamos atravesando el serpenteante cartel de letras luminosas que anuncia el nombre del festival. Así, de entrada, como quien vuelve a su casa pasado algún tiempo y nota de inmediato algo extraño: es la gigantesca noria girando sin parar junto al antiguo escenario Mini (ahora Heineken). Hacia él nos encaminamos para dar por inaugurado el festival con la actuación de Wild Nothing. Concierto correcto con puntuales momentos notables, las ensoñaciones románticas de Jack Tatum, por repetitivas, acaban por perder gancho. Hubiese sido bonito acompañar Only Heather con algunas imágenes del video musical (difícil tarea a las 7 de la tarde de la primavera de Barcelona). Lo de Tame Impala es harina de otro costal, a priori primer concierto grande de mi agenda de bolsillo. Canción a canción van desgranando una batería de ritmos y melodías empapados en ácido lisérgico que se hacen acompañar de proyecciones láser de distintos colores que cambian y sugieren para volver a cambiar… todo un acierto. No han inventado nada, esto ya lo hacían Pink Floyd a finales de los 60. Claro que sí, hombre, pero es que esto es aquí y ahora, ¿entiendes? Es AQUÍ Y AHORA. Alargan, cortan, pausan, retuercen, calman, explotan las canciones como les viene en gana. Primer concierto memorable del festival. Ah, sí, pese a mis dudas iniciales, Cam Avery, bajista sustituto del recién salido Nick Allbrook cumplió… y con nota. Tenía apuntados conciertos de transición, pero funcionaron mayormente como música de fondo. El siguiente gran nombre son The Postal Service. Desde el principio me ha sorprendido que sean cabezas de cartel. Tienen un disco, un buen disco, sí, pero es un solo disco. La reciente reedición de Give Up con caras b y temas nuevos es la disculpa perfecta para salir de gira y de paso hacer sonar la caja registradora. Pues bien, el concierto de The Postal Service fue perfecto, de una perfección casi desangelada. Tamborello hizo que el engranaje electrónico funcionase a las mil maravillas y Gibbard le puso la gotita de alma. Las canciones viejas funcionaron y las nuevas no. Y sí, Such Great Heights fue el momento carne de gallina. Ejercicio de nostalgia indietrónico. Sin tiempo que perder salimos en dirección al escenario Primavera, donde en unos pocos minutos comenzará el concierto de Grizzly Bear. He visto a esta banda hasta en cuatro ocasiones y hasta ahora siempre habían rozado la perfección. Sin embargo, esta noche suenan lentos, volátiles y por momentos apagados... como las medusas que usaron como recurso escenográfico. Tal vez se me esté escapando algo y sea su intención hacer una presentación más pausada y atmosférica de sus canciones, pero es que diría que incluso los hasta ahora siempre impecables juegos de voces o la implacable sección rítmica de Christopher Bear fallan. Hoy Grizzly Bear son más grizzly que bear. Pequeña gran decepción. Un 80% de la expedición vuelve al Heineken para ver a Phoenix, mientras que el 20% restante decidimos hacer tiempo con Simian Mobile Disco hasta que empiece Four Tet. Lo de Simian es de una simpleza vulgar… lo del título de aquel primer disco “Attack Decay Sustain Release” llevado al extremo, repetición sistemática de los mismos recursos, desarrollos torpes sin soluciones de escape. A la media hora perdemos toda esperanza y vamos al encuentro de Kieran Hebden en el Pitchfork. Four Tet entra en el escenario macuto a la espalda, sonríe y saluda con la mano, nos obsequia una hora de electrónica inquieta, ritmos poliédricos, estructuras complejas, sonidos de texturas orgánicas, samples tribales, le avisan de que se le ha acabado el tiempo, saluda, sonríe y se va tal y como entró, macuto a la espalda. Exquisito. Finalizamos la jornada con una estupenda sesión de John Talabot en el Rayban. Lo damos todo hasta el amanecer, apurando hasta la última nota. No obstante, no puedo evitar abandonar el recinto con cierto poso de tristeza; las expectativas eran altas y distan de haberse cumplido.
    03/06/2013
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  • Crónicas
    El Laboratorio de Electrónica Visual llega a su séptimo año de vida en plena forma. Esta es la conclusión a la que hemos llegado después de pasar un fin de semana disfrutando en la preciosa ciudad de Gijón, de uno de los mejores festivales del panorama electrónico nacional, con una organización del máximo nivel en cuanto a espacios, precios y horarios se refiere. Todo ello al servicio de una propuesta musical de lo más contemporánea, que apuesta por combinar calidad y experimentación, tanto en lo musical como en los visuales que la acompañan. VIERNES La programación del festival arranca con una primera jornada repartida entre la iglesia y el teatro de la Laboral, con una apuesta decidida por la electrónica más experimental y atrevida. Uno de los jóvenes valores del panorama nacional, Santiago Latorre, fue el encargado de inaugurar el festival con un show que combinó sonidos ambientales, con saxo y voz, pero al que le falto concreción para emocionar al público que se encontraba en la preciosa iglesia de la Laboral. De ahí nos fuimos al teatro, donde el canadiense Tim Hecker completamente a oscuras y sin ningún acompañamiento visual, consiguió envolvernos en su electrónica abstracta y trasladarnos a un mundo de sensaciones. Después llego el turno del impenetrable Daniel Lopatin (aka Oneohtrix Point Never), que demostró por qué es uno de lo referentes de la electrónica ambiental basada en drones, a pesar de contar con unos visuales que no le acompañaron de la mejor forma posible. Todo lo contrario de lo que pudimos ver a continuación, los visuales del colectivo MFO y las videoproyecciones en slow motion que acompañaron a Roly Porter y el dúo industrial Raime respectivamente, nos dejaron con la boca abierta y  fueron de lo mejor en este aspecto del festival. Ya de madrugada volvimos a la iglesia para disfrutar de uno de los mejores shows del día. Pole, fundador del sello scape, nos hizo vibrar con su mezcla de dub, glitch y música de baile, acompañado de forma brillante por los visuales de la artista Cristina Busto. La jornada la cerró el techno pausado y sombrío de Andy Stott que, a pesar de no conseguir el mejor sonido, fue un fin de fiesta a la altura de una primera jornada que nos dejó un gran sabor de boca.  SÁBADO El segundo día de festival comenzó al mediodía en el Jardín Botánico de Gijón, un lugar de un encanto único en el que se combinaron el sol, la naturaleza y la música para iniciar la jornada de la mejor manera posible. El ambient sutil del español Dot Tape Dot, los sonidos sintéticos de Pye Corner Audio y el techno y house del innovador John Roberts, nos dejaron listos para disfrutar de una rica fabada con sidra y coger fuerzas para lo que nos esperaba por la noche. Poco antes de la medianoche comenzó la parte final del festival en la Nave de la Laboral, un recinto que se convirtió en una enorme pista de baile hasta casi el amanecer. El proyecto Futuregold, Evian Christ​ y el dúo Face+Heel fueron los encargados de abrir fuego e ir calentando el ambiente, pero fue con Emptyset cuando llegó uno de los mejores momentos del festival. Los sonidos duros y ásperos del dúo formado por James Ginzburg y Paul Purgas, estuvieron acompañados de forma magistral por el trabajo audiovisual de Joanie Lemercier, consiguiendo que el público se arrancara a bailar y comenzase la fiesta. El siguiente en aparecer en escena fue Kid606 que llevo con clase una mezcla de música de baile, dub, experimentación y trip hop, algo alejada de su línea habitual, pero con una gran honradez que consiguió enganchar al público de la nave. Pero el mejor momento del festival estaba por llegar, Jon Hopkins llego al L.E.V. presentando su su último trabajo "Immunity", un disco más bailable y experimental, y consiguió con un impresionante dominio de la situación que la Nave de la Laboral explotase con mil sonidos sintéticos. Después de todo lo dicho hasta ahora, faltaba un cierre que estuviese a la altura de esta joya de la música electrónica que es el L.E.V. y la organización lo logró programando a todo un maestro como Clark de fin de fiesta. Difícil papeleta la que le quedaba al tener que salir después de Jon Hopkins, que resolvió con nota gracias a un show impresionante, en permanente contacto con el público. Así que solo nos queda felicitar a la organización del festival por lograr un evento que nos ha permitido disfrutar de una propuesta musical de lo más contemporánea y experimental, en un entorno inigualable, al que esperamos regresar el año que viene porque L.E.V. es sinónimo de calidad y satisfacción para todos los que amamos la música electrónica.
    12/05/2013
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