El Laboratorio de Electrónica Visual llega a su séptimo año de vida en plena forma. Esta es la conclusión a la que hemos llegado después de pasar un fin de semana disfrutando en la preciosa ciudad de Gijón, de uno de los mejores festivales del panorama electrónico nacional, con una organización del máximo nivel en cuanto a espacios, precios y horarios se refiere. Todo ello al servicio de una propuesta musical de lo más contemporánea, que apuesta por combinar calidad y experimentación, tanto en lo musical como en los visuales que la acompañan.
VIERNES
La programación del festival arranca con una primera jornada repartida entre la iglesia y el teatro de la Laboral, con una apuesta decidida por la electrónica más experimental y atrevida. Uno de los jóvenes valores del panorama nacional, Santiago Latorre, fue el encargado de inaugurar el festival con un show que combinó sonidos ambientales, con saxo y voz, pero al que le falto concreción para emocionar al público que se encontraba en la preciosa iglesia de la Laboral.
De ahí nos fuimos al teatro, donde el canadiense Tim Hecker completamente a oscuras y sin ningún acompañamiento visual, consiguió envolvernos en su electrónica abstracta y trasladarnos a un mundo de sensaciones. Después llego el turno del impenetrable Daniel Lopatin (aka Oneohtrix Point Never), que demostró por qué es uno de lo referentes de la electrónica ambiental basada en drones, a pesar de contar con unos visuales que no le acompañaron de la mejor forma posible.
Todo lo contrario de lo que pudimos ver a continuación, los visuales del colectivo MFO y las videoproyecciones en slow motion que acompañaron a Roly Porter y el dúo industrial Raime respectivamente, nos dejaron con la boca abierta y fueron de lo mejor en este aspecto del festival.
Ya de madrugada volvimos a la iglesia para disfrutar de uno de los mejores shows del día. Pole, fundador del sello scape, nos hizo vibrar con su mezcla de dub, glitch y música de baile, acompañado de forma brillante por los visuales de la artista Cristina Busto. La jornada la cerró el techno pausado y sombrío de Andy Stott que, a pesar de no conseguir el mejor sonido, fue un fin de fiesta a la altura de una primera jornada que nos dejó un gran sabor de boca.
SÁBADO
El segundo día de festival comenzó al mediodía en el Jardín Botánico de Gijón, un lugar de un encanto único en el que se combinaron el sol, la naturaleza y la música para iniciar la jornada de la mejor manera posible. El ambient sutil del español dot tape dot, los sonidos sintéticos de Pye Corner Audio y el techno y house del innovador John Roberts, nos dejaron listos para disfrutar de una rica fabada con sidra y coger fuerzas para lo que nos esperaba por la noche.
Poco antes de la medianoche comenzó la parte final del festival en la Nave de la Laboral, un recinto que se convirtió en una enorme pista de baile hasta casi el amanecer. El proyecto Futuregold, Evian Christ y el dúo Face+Heel fueron los encargados de abrir fuego e ir calentando el ambiente, pero fue con Emptyset cuando llegó uno de los mejores momentos del festival. Los sonidos duros y ásperos del dúo formado por James Ginzburg y Paul Purgas, estuvieron acompañados de forma magistral por el trabajo audiovisual de Joanie Lemercier, consiguiendo que el público se arrancara a bailar y comenzase la fiesta.
El siguiente en aparecer en escena fue Kid606 que llevo con clase una mezcla de música de baile, dub, experimentación y trip hop, algo alejada de su línea habitual, pero con una gran honradez que consiguió enganchar al público de la nave. Pero el mejor momento del festival estaba por llegar, Jon Hopkins llego al L.E.V. presentando su su último trabajo "Immunity", un disco más bailable y experimental, y consiguió con un impresionante dominio de la situación que la Nave de la Laboral explotase con mil sonidos sintéticos.
Después de todo lo dicho hasta ahora, faltaba un cierre que estuviese a la altura de esta joya de la música electrónica que es el L.E.V. y la organización lo logró programando a todo un maestro como Clark de fin de fiesta. Difícil papeleta la que le quedaba al tener que salir después de Jon Hopkins, que resolvió con nota gracias a un show impresionante, en permanente contacto con el público.
Así que solo nos queda felicitar a la organización del festival por lograr un evento que nos ha permitido disfrutar de una propuesta musical de lo más contemporánea y experimental, en un entorno inigualable, al que esperamos regresar el año que viene porque L.E.V. es sinónimo de calidad y satisfacción para todos los que amamos la música electrónica.