Santiago Latorre utiliza la voz, el saxo y la experimentación sonora para romper la gravedad, hacerte flotar y llevarte de viaje por el cosmos. Para el escurridizo Santiago Latorre, China y Taiwán están tan cerca de Barcelona como Brian Eno de la contemporánea y el outrock occidental de la música tradicional china.
Inició su andadura musical componiendo bandas sonoras para danza, teatro, cine y moda y en 2008 editó su primer disco, “Órbita”, bajo el sello californiano Accretions. Con este trabajo giró en China, Japón, Estados Unidos, Méjico y Taiwán y actuó en algunos de los más importantes festivales de nuestro país, como Sónar, LEM o Periferias. Tras un periplo oriental y su mudanza a Londres nos presenta "Eclíptica" (2011), su primer álbum con Foehn.
"Eclíptica" es un excelente artefacto sonoro que extiende su significado mucho más allá de la música. Se trata de un extraordinario espejo sin fondo ni límites, a través del cual el espacio exterior es utilizado como metáfora que intenta explicar los hechos que conforman nuestro día a día, nuestros errores y aciertos, nuestras fugaces victorias y los sentimientos más maltrechos. Es un exquisito disco de ambient aderezado con un sutil influjo del espíritu pop, un firmamento de electrónica mansa y gravitatoria, de sonidos oscilantes y deslizantes entrando y saliendo de plano, de transformaciones lentas. La sonoridad de sus piezas, la mayoría de ellas instrumentales, describen el movimiento de cuerpos celestes y la recreación de sensaciones como la ingravidez, la serenidad o la atemporalidad. Expansivamente intimista, ilimitado en discurso y repercusión emocional, Santiago Latorre ha compuesto la formidable banda sonora a todos los pensamientos y sentimientos que, mudos, aguardan en algún rincón de la memoria.
