Se respiraba a Resu por todos los rincones de Viveiro. Los carteles a la entrada del pueblo, los Dropkick Murphys sonando en los altavoces repartidos por todo el casco antiguo, los taxis saturados desde medio día, la camiseta en apoyo al festival de la farmaceutica o del señor que te servía una caña… Todos anunciaban que la 13 edición del festival ya estaba en marcha y que prometía ser inolvidable. ¿Queréis saber si así fue? Vamos a ello.
JUEVES
El sol calentaba de lo lindo cuando nos acercábamos al recinto. Como en ediciones anteriores la recogida de las pulseras y el acceso al interior no nos llevó más de diez o quince minutos, tiempo record si tenemos en cuenta los follones acontecidos en otros festivales ese mismo fin de semana. Las instalaciones del interior, muy similares a las del pasado año, incluían como principal novedad el punto lila. Imprescindible en los tiempos que corren, sirve como lugar de denuncia en caso de agresión machista.
El solape con Rolo Tomassi me hizo abandonar el concierto antes de que finalizara. Así que en una carrera atravesé el festival de punta a punta para llegar al Desert Stage. Inaugurado la pasada edición, este escenario es uno de mis favoritos. Muy pequeño (como el que te puedes encontrar en una sala), alberga sonidos novedosos y permite ver los conciertos de una manera mucho más cómoda e íntima.
Largo tiempo se lleva reclamando la presencia de Corey Taylor en el Resu. De momento no ha podido ser con Slipknot, pero al menos los fans del venerado vocalista norteamericano han podido desquitarse con Stone Sour. Con un despliegue visual y pirotécnico importante, la banda se despedía de su gira europea en Viveiro con un show técnicamente impecable: sonido impoluto, muy buenos músicos y un frontman al que se le notan las tablas. Para mi gusto diría que son excesivamente melódicos e inofensivos. Aún así, temas como “Absolute Zero”, “Tired” o “RU486” desataron pasiones, emociones (e incluso lágrimas) entre alguna que otra fan.
Nuestra primera vez en el Ritual Stage resultó ser todo un éxito. The Baboon Show supieron meterse al público en el bolsillo desde la primera canción con una actitud punk setentera desbordante. Sobre todo su vocalista Cecilia Boström que, enfundada en unas mallas de tirantes con los pezones tapados por sendas cruces de cinta adhesiva, parecía una explosiva mezcla entre David Bowie, Iggy Pop y Cherie Currie. “Radio Rebelde”, “Me, Myself and I” y “Tonight” sonaron atronadoras en boca de Boström, que no paró en ningún momento de correr por el escenario y de acercarse a cantar con las primeras filas.
Y qué mejor forma de dar por concluida la jornada que con At The Gates en el Ritual Stage y ese death metal melódico con denominación de origen del que ya he hablado en anteriores ocasiones. Con su nuevo disco, “To Drink From The Night Itself”, recién salido del horno, los suecos gozaron de uno de los mejores sonidos que pude escuchar en el festival. Entre mis temas favoritos la ya clásica “Blinded By Fear” y el temazo que da nombre a su último trabajo. ¿La pega? Que el cansancio, ya considerable a esas horas, no me dejó disfrutar del concierto tanto como hubiese deseado.
VIERNES
Los prejuicios que tenía sobre Scorpions (seguro que tocan todas las lentas, ya están mayores, a saber cómo tiene la voz el septagenario de Klaus Meine…) se diluyeron al poco de empezar el concierto. Con un espectáculo tremendo de luces y un público de edad superior a lo habitual en el Resurrection arrancaba entre vítores “Going Out With A Bang”. Le siguieron los clásicos “Make It Real”, con una bandera de España en la enorme pantalla que tenían de fondo, y un medley con "Top of the Bill", "Steamrock Fever", "Speedy’s Coming" y "Catch Your Train". Con “Send Me An Angel” y “Winds Of Change” comenzó la parte del show más celebrada por el público. Muy bueno el alto en el camino que hicieron para interpretar, a modo de homenaje a Lemmy, el “Overkill” de Motörhead. Éste sirvió también como introducción al solo de batería de Mickey Dee (ex de Motörhead) que lo elevó (literalmente) a los cielos. Finalizaron con los clásicos “Blackout” y “Big City Nights”, para volver en los bises con las archiconocidas “Still Loving You” y “Rock You Like A Hurricane”, que pusieron punto y final a un conciertazo para mí totalmente inesperado.
Envueltos en una casi permanente luz rojiza, Paradise Lost repasaron gran parte de su carrera haciendo, tal vez, un poco más de hincapié en “Medusa”, su último disco, con temas como “Blood And Chaos”, “From The Gallows” o “The Longest Winter”, que fue una de mis favoritas de todo el show. Viajando un poco más atrás en el tiempo quisieron recuperar la pegadiza “Mouth”, que Nick Holmes cantó una gran melodía vocal y que sigue sonando tremendamente actual. De entre los temas más clásicos me gustaron sobretodo “Shadowkings”, perteneciente a “Draconian Times”, disco polémico en su día por suponer el salto de la banda a un estilo más accesible y “As I Die”, que Holmes cantó de forma más melódica de lo habitual.
Quisimos despedir la jornada en un Desert Stage repleto con God Is An Astronaut. Sentado en la hierba y en un ambiente mucho más relajado, no me costó meterme de lleno en la música de los irlandeses. Máximos representantes del post rock europeo, presentaron su recién estrenado “Epitaph”, tocándolo prácticamente íntegro y siendo “Mortal Coil” mi favorita de entre todos ellas. Si nos referimos a sus canciones más clásicas, me quedo con la languidez y sensibilidad de “Frozen Twilight” y “Fragile”, que iban perfectas con mi estado de ánimo a esas horas de la madrugada.
SÁBADO
Centrándonos en el concierto, Carter no quiso esperar y ya con “Juggernaut”, el primer tema, se acercó a las primeras filas para adentrarse de pie entre el público. Otra de las partes más destacables fue cuando quiso dedicar “Wild Flowers” a las mujeres allí congregadas, a la vez que pedía respeto para todas ellas. También los Resukids (el extraordinario servicio de guardería del festival) fueron partícipes de espectáculo y, entre aplausos y vítores, disfrutaron de unos minutos sobre el escenario. El concierto terminó con “I Hate You”, que fue dedicada a la persona que cada uno más odiara y que acabó con todo el respetable coreando su traducción al castellano. Osea, “te odio”.
Harakiri For The Sky resultaron ser otra de las sorpresas del festival. Procedentes de tierras austriacas practican un post black metal (últimamente todo lo que lleva el prefijo “post” me sabe a gloria) que combina a la perfección deliciosos riffs y melodías casi góticas con la brutalidad de las voces guturales y los blast beats. Debido a su larga duración (ocho minutos de media), cada tema es un mundo de tonalidades sonoras, dando lugar en ese espacio de tiempo a multitud de cambios en la estructura de la canción. Me encanta también la capacidad que tienen para crear esas atmósferas absorbentes que inducen a cerrar los ojos y seguir con la cabeza el ritmo de la música. Si tenéis la oportunidad de verlos en directo no os los perdáis.
Hacía ocho años que no veía a Kiss en directo y tenía cierto temor por la voz de Paul Stanley. Ya en aquella época le fallaba de manera importante, así que no sería extraño que la cosa hubiera ido a peor. Con este pensamiento en la cabeza se empezaba a escuchar aquello de “you want the best, you got the best...”. Acto seguido cayó el enorme telón que tapaba el escenario para ver bajar a la banda, entre explosiones, en una plataforma. Arrancaron con “Deuce” (clásico entre clásicos) y un Gene Simmons que puede decirse que aún mantiene el tipo. Le siguió “Shout It Out Loud” y mis peores sospechas se confirmaron: Stanley ha perdido la voz por completo. Me encantaba la canción y “Destroyer” es uno de mis favoritos de la banda, así que me propuse disfrutar del show igualmente no sin cierta pena de ver al Starchild en semejantes condiciones. El concierto mantuvo el patrón habitual de espectáculo con un Simmons escupiendo fuego en “Firehouse”, vomitando sangre a ritmo de bajo y “volando” de forma espectacular a una plataforma elevada para interpretar “God Of Thunder”. Tommy Thayer y Eric Singer también estuvieron a la altura. El primero demostró ser un gran guitarrista, teniendo también su parte de espectáculo con la pirotecnia de su guitarra. Pero fue Singer el que me hizo disfrutar de verdad con “Black Diamond” (adoro esa canción) y una interpretación realmente admirable. “Lick It Up” y “I Was Made For Lovin’ You” fueron de las canciones más coreadas por el público, tras las cuales Stanley se lanzó en una tirolina, pasando sobre nuestras cabezas, a una plataforma justo en frente del escenario para interpretar lo mejor que pudo “Love Gun”. Y digo lo mejor que pudo porque fueron los coros de Simmons y Thayer los que salvaron mínimamente la canción. “Cold Gin”, de su primer trabajo, volvió a ponerme la pilas con un Simmons pletórico. Pero fue con “Detroit Rock City” y “Rock And Roll All Nite” donde tiraron la traca final, tanto musical como pirotécnicamente hablando, amén de la lluvia de confeti que sirvió para despedir un show estupendo y muy divertido, en lineas generales.
Una vez terminado el show y el bocata que me sirvió de cena, decidí abandonar el recinto y despedirme del festival hasta el año que viene.
Long live Resurrection Fest!
Texto: Ash Campbell
Fotos: Luis García