Viveiro se tiñe de negro; no, no es chapapote, es la X edición del Resurrection Fest, que este año atrajo a más de 50.000 almas a este municipio lucense, que en palabras de los lugareños "Resucita con el Resu". El ambiente hardcore-metalero se percibe nada más poner un pie en el primer avituallamiento obligado de pulpo, mejillones y chipirones, que se impone en cualquier lugar de la costa gallega. Además siempre es bueno cargar baterías, más si se tiene en cuenta que el Resurrection dura cuatro días; bien es cierto que nosotros al llegar el jueves no podemos darles nuestras impresiones sobre los neoyorkinos Biohazard y los hardcorianos Pro-Pain, que salieron ya el miércoles (con entrada gratuita) para ir abriendo boca.

Así que el jueves empezamos bajo un sol abrasador que parecía iba a chamuscar la piel de cualquiera que abandonara la sombra que ofrecía el #RitualStage (uno de los tres escenarios del festival) y los diferentes stands y barras con los que contaba el recinto. Nos recibieron los franceses Betraying the Martyrs, que pese a su etiqueta de death core, divirtieron y sorprendieron a la audiencia con la versión del tema "Let it go" de la b.s.o. de "Frozen", dando paso, ya en el escenario principal (#MainStage), a Soulfly. La renovada banda de Max Cavalera (incluyendo un Cavalera Jr.) hizo un repaso a su discografía con canciones como "Prophecy" o "Eye for an Eye", sin dejar de lado temas de su antigua banda como "Refuse/Resist" o su conocido "Roots Bloody Roots", que aunque convencieron, dejaron entrever que el fundador de Sepultura ha tenido tiempos mejores.

A continuación, y tras unos momentos de confusión sobre los horarios y el orden de salida de las bandas que la organización se encargó de solventar rápidamente, nos encontramos frente a la banda Suicide Silence. Su cantante Eddie Hermida, sustituto del desaparecido Mitch Lucker y de ascendencia gallega, hizo las delicias de los fans del death-core (y los no tan fans) con un directo mucho más agradecido que su escucha en disco de temas como "Wake Up" y "Disenga". Y así llegó el turno para uno de los platos fuertes del día, a punto de subirse al escenario principal: desde Suecia, Refused se metieron al público en el bolsillo con un Dennis Lyxzén que sudó la camisa, el chaleco y la chaqueta (coreografía y paseo por el público incluidos), con su particular hardcore punk. Temas como "Elektra", "New Noise" o "Frequency" dieron muestras de que la banda está en plena forma tras unos años de sequía (este año publicaron su último trabajo "Freedom"), y conformaron la que en mi opinión fue una de las actuaciones del día.

Con la pilas cargadas, nos acercamos a por otra de las bandas de culto del hard-core, los canadienses Comeback Kid, que supieron suplir la falta de voz de su cantante Andrew Neufeld con una rabia y energía juvenil que fue correspondida por un público entregado, que no paró de corear "Wake up dead" o "Losing sleep" y de danzar a la más puro estilo mosh, haciendo sudar la gota gorda al equipo de seguridad del festival para evacuar a las decenas de fans que llegaban a través de un mar de brazos hasta el escenario. Fue una de las actuaciones más energéticas del festival, que quizá hizo que los siguientes en salir, Black Label Society, sonaran algo pesados y compactos, no solo por el enorme tamaño Zakk Wylde, sino por su tendencia al lucimiento propio. Seguro que el ex-guitarrista de Ozzy Osbourne gustó al público más heavy metalero, aunque la mayor parte del mismo ya estaba esperando por una de las bandas de la jornada.

Cannibal Corpse y su brutal death metal (mis oídos no están muy educados en este género músical), pareció no decepcionar a los que aún resistían, ya que los de Buffalo, con 20 años de carrera a sus oscuras espaldas y con George "Corpsegrinder" Fisher a la cabeza, sonaban tan guturales y agresivos como cabía esperar mientras nos alejábamos hacia un deseado sueño reparador.

La propuesta del viernes nos hacia esperar a priori una jornada más tranquila en lo que a tono musical se refiere, aunque en el ambiente se notaba que uno de los padrinos del rock & roll, el Sr. Kilmister, estaba rondando. Empezamos con Kadavar, que hicieron lo que mejor saben hacer, un directo rotundo y de calidad. Su stone rock con tintes setenteros pudo sonar "soft" a parte de la audiencia, pero demostraron en tan sólo 40 minutos de show que son una de las bandas más sólidas de la escena actual. El trío germano convenció (su batería Tiger merece que se arrastren a cualquier lugar si se tiene la oportunidad de verlos) y temas como "Living in your head" o "Black Sun" nos dejaron con ganas de saber a que sonará su tercer disco, que esperemos salga este año.

En el #Chaosstage (el tercero de los escenarios) empezaba a imponerse el trash con Toxic Holocaust. La banda de Joel Grind supo subir el tono para calentar al personal, que ya estaba a la espera de ver sobre ese mismo escenario a los pioneros del corssover/trash D.R.I. (Dirty Rotten Imbeciles). Aunque llevan casi 20 años sin editar nada nuevo, demostraron por qué han influido a tantas bandas de trash metal actual.

Pero antes, y en el escenario principal, tocaba un poco de nostalgia con los suecos Backyard Babies. Con un público más adulto y menos melenudo (no sé si por el servicio de peluquería molona con el que contaba uno de los stands del festival), los amantes del hardrock corearon temas de su "Total 13" como "Highlights" y disfrutaron alegremente de "Star War" o "Ghetto You". Su cantante Nick Borg estuvo generoso con las púas y las poses (atisbé al mismísimo Mike Ness en algunas de sus posturitas), mientras Dreggen y compañía nos hicieron añorar aquel revival escandinavo de los noventa que con bandas como The Hellacopters o Gluecifer, nos hizo pensar que el hardrock aún tenía recorrido.

A continuación y desde las antípodas, los abanderados del nuevo hardcore Deez Nuts, hicieron con sus sonidos rítmicos las delicias de los jovenzuelos que desbordaban la carpa y que no dejaron pasar la oportunidad de desatarse con temas como "Face This On My Own" y su ya himno para las nuevas generaciones "Band of Brothers".

Y de repente Motörhead, es decir, Lemmy, es decir: rock. La leyenda viva junto a su inseparable bajo Rickenbacker. Te puede gustar o no, pero es obvio que el Sr. Kilmister a sus casi 70 años nos hizo participes de auténtica historia de la música. Con su sonido más genuino, la banda inglesa nos dio lo que queríamos y terminó haciendo rugir el motor del festival con ese apoteósico final que supuso "Ace of Spades" y "Overkill". Son Motörhead, nada más que decir, aunque seguro que Lemmy añadiría "Everything Louder than Everyone Else".

La noche todavía daba para más, quedaban bandas potentes como los metaleros Children of Bodom, el hardcore de 7 seconds y desde Suecia de nuevo (Viveiro debería abrir un consulado sueco en el municipio) In Flames, que fueron los que más comentarios enfrentados generaron porque su death metal melódico no convenció del todo. Pero aún quedaba todo el sábado por delante.

El público sabadero abarrotó el recinto desde primera hora con el rock instrumental de los barceloneses Syberia, el nu metal con ritmos reggae de Skindred o el hardcore melódico de Merauder. Pero nosotros no nos acercamos al escenario hasta que por segunda vez en el Resu, los comprometidos Heaven Shall Burn consiguieron contagiar a todos su energía y buen feeling, con canciones como "Black Tears", "Hunters will be hunted" o "Like Gods Among Mortals", a un público de lo más entregado. Para muestra el final del show, cuando al más puro estilo estampida de ñus se produjo uno de los circle pit más impresionantes que hayan visto mis ojos. Gran concierto que sirvió de calentamiento para una de las bandas más esperadas por los amantes del hardcore.

Dog Eat Dog (pioneros del rapcore) hicieron un repaso a sus 25 años de carrera con temas como "Who's the king" o "No fronts", cerrando con un cover de la canción "Genocide" de los californianos The Offspring. Las tablas en el escenario se notan y se agradecen, y los de Jersey las tienen de sobra. Y llegó uno de nuestros canadienses favoritos, el castigador Danko Jones, el rock de la banda nos hizo pasar un buen rato con "Full of Regret", "First Date" o "Forget My Name", y protagonizó uno de los momentos divertidos de esta edición al hacer partícipes en el escenario a los retoños que participaban en el ResuKids (actividad para que los más pequeños también disfruten de la experiencia festivalera).

Descansamos mientras resonaba el black metal de Dark Funeral y más tarde el punk rock de Strung Out, para posicionarnos ante la inminente y única fecha en España de los influyentes Korn. Haciendo un repaso a su disco debut, Jonathan Davis demostró seguir teniendo uno de los registros de voz más cuidados del nu metal y entusiasmaron con "Blind", "Shoots And Ladders" incluyendo una gaita gallega o "Need To". Show con muy buenas vibraciones que, con "Falling Away from Me" o "Freak on a Leash" en los bises, dejaron claro quienes son los padres del nu metal. Incontestables en su género.

Aunque quedaba noche (el regreso a los escenarios del punk rock sueco (again) de Satanic Surfers o el metal polaco de Behemoth), lo cierto es que aprovechamos para recuperar fuerzas en la zona de gastronomía y el market aledaño, ya que Fear Factory estaban por salir a cerrar, con broche metálico industrial, esta décima edición de un Resurrection Fest, que se posiciona como una de las citas a tener en cuenta en el sur de Europa. Se quedan en el tintero algunas bandas, pero el cuerpo ya no daba para más.

No nos gustaría terminar esta crónica sin resaltar el excelente trabajo de la organización y la buena gestión en lo que a servicios, comida, transporte y limpieza (lo de pagar un depósito por los vasos es un acierto) se refiere, además del buen ambiente que transmite este festival y que nos deja la sensación de... Jo, qué guay, el año que viene vuelvo.

Crónica por Srta. Analógica y acompañante.

PD: La audiencia del Resurrection Fest sabe lo que se hace, ven los conciertos con los ojos, no a través de las pantallas de sus teléfonos.

21/07/2015
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