Grimes es el nombre de guerra de Claire Boucher, intrigante y enigmática artista canadiense que, pese a no ser capaz de leer música, como ella misma señala en su biografía, no ha tenido ningún problema para publicar un puñado de discos y hacerse un hueco en ese pop embrujado que sabe tirar del hilo de Cocteau Twins para recuperar el encanto espectral de lo oscuro. Con una voz elástica capaz de pasar del registro más aniñado al más sobrecogedor, Boucher empezó a macerar su mezcla de pop retorcido, música industrial, pinceladas góticas y electrónica ya desde sus primeros trabajos.
Claire, de 23 años y fan del ambient y Aphex Twin, es toda una figura en la escena DIY de Montreal y una de las principales activistas del colectivo Arbustus Records de Montreal. Ha crecido en un mundo en el que los ávidos consumidores de música navegamos por territorios virtuales como si nos paseásemos picoteando por la barra de un buffet. Un mundo donde los propios músicos disponen de la historia de la música al alcance de un clic para inspirarse. Es exactamente en el centro de este panorama global donde se posiciona Grimes para, empachada de infinitud, comenzar a generar parte de toda esa música que cree que debe existir y todavía no ha sido escrita. Claire, además, conoce un dato esencial: sabe que lo raro, lo otro, lo confuso, es lo que más fascina hoy en día al circuito indie, y por eso no debería decirse que componga música desde los márgenes, sino más bien que ha necesitado traspasar el sentido de la palabra frontera para poder tomar voz y voto en esta historia.
Todo ello desemboca en una papilla de detritos sónicos donde flotan referencias y estilos sin aparente orden ni concierto. Brumas witch-house, electro mutante, R&B deshuesado y art-pop a granel. Ante tal maraña de sonidos corres el riesgo de quedarte embobado, como frente a la pantalla de un ordenador. Si te fijas bien, se ven loops filiformes, sintes descompasados y bajos anfibios, atmósferas góticas que se vuelven celestiales de repente, hits en principio bailables que te pillan con el paso cambiado, baladas que apuntan en direcciones verticales, melodías de un padre, estructuras de otro y arreglos alojados en vientres de alquiler. Nada es lo que parece.