Fin de semana de frío y chubascos dispersos para una XII edición del Laboratorio de Electrónica Visual de Gijón que volvió a vender todos los abonos días antes de su celebración. El festival se ha asentado como una pequeña pero exquisita selección de tendencias internacionales en el mundo de la creación audiovisual, tomando buena nota de otros festivales similares de mayor tamaño. Su principal acierto consiste en la gran oferta de contenidos, con una base troncal constituida por los conciertos y audiovisuales del teatro y la nave de La Laboral que se ramifica en un puñado de actividades de distinto carácter repartidas por otras salas y paisajes de la propia Laboral así como de la ciudad de Gijón.
Comenzamos nuestro recorrido el viernes en el teatro con el espectáculo "Spacetime Helix" de la italiana Michela Pelusio. El concepto, una cuerda atada en vertical, conectada en sus extremos a rieles giratorios e iluminada desde el inferior. Pelusio consiguió que nuestras neuronas saltasen a una comba hipnótica, manipulando la velocidad de rotación del artilugio así como la iluminación para modificar los drones y las formas helicoidales, similares a una secuencia de adn, en tiempo real. A destacar la interactuación de la artista, agarrando la cuerda aun en movimiento, así como el fantástico final, cuando esta se desprendió de la parte inferior, provocando el escalofrió y sonrisa del respetable ante un truco de magia peligroso que llega a un sorprendente final. Extraordinaria.
Para finalizar los conciertos del teatro del viernes, Hiroaki Umeda, artista multidisciplinar que volvía al festival para presentar "Intensional Particle", una creación sonora y visual con una coreografía en la que cada movimiento corporal del japonés se corresponde con los ritmos e imágenes. Cuando la sincronización entre los mil millones de estrellas fugaces, los sonidos y la danza funciona al 100%, el conjunto es de una belleza sorprendente; cuando no, el esforzado baile de Umeda puede llegar a distraer. No obstante, una propuesta radical, física y arriesgada que no dejó a nadie indiferente. Entre las 3 mejores actuaciones en el teatro.
La segunda actuación en la Nave fue la de Schnitt, proyecto de Amelie Duchow y Marco Mondarfini, y su presentación audiovisual "Memory Code", con visuales basados en patrones de puntos y rayas, cartografías digitales y fragmentos de macro información que apelaban a nuestra memoria visual e iban sincronizados a la perfección a los micro clicks & cuts. El concierto se benefició enormemente de la reprogramación de Electric Indigo: la transición entre ambos espectáculos, musicalmente similares (pasajes ambientales, rítmicas digitales), confluyó en un todo de 2 horas de duración que fue de menos (desarrollos calmos, visuales espartanos) a más (poliritmias, caña, visuales más complejos).
La jornada del viernes, por imposible que parezca, mantuvo hasta el final el gran nivel. Primero con la fascinante actuación del alemán Moritz Simon Geist (Sonic Robots) que presentó "Tripods One", proyecto en el que la música es creada por robots. La escenografía: un trípode del que colgaban 5 plataformas piramidales dentro de las cuales estaban los “robots”, pequeños generadores de sonido (tocadiscos, muelles, cachivaches varios). Moritz está presente en escena para controlar e interactuar con dichos robots. Como en tantos otros conciertos, el espectáculo se hubiese beneficiado de una visión más concreta de lo acontecido sobre el escenario… lo visuales, aunque mostrando los robots, no cumplieron del todo dicha función.
Iniciamos nuestro segundo día de festival en el nuevo espacio del Museo del Pueblo de Asturias, donde el ya tradicional vermú al aire libre encontró esta edición acomodo. Por suerte y previsión de la organización, las actuaciones tuvieron lugar bajo techo, en un hermoso granero de enormes vigas de madera que protegió a los asistentes de la llovizna. Cuando llegamos, MimiCof, alias de la japonesa Midori Hirano, estaba desarrollando un ejercicio de capas de sonidos digitales y samples que nos recordó a Andy Stott cuando este aun usaba grabaciones de campo en sus composiciones. Experimental y melódico. Justo después, el artista húngaro Norwell nos dio una lección magistral de historia de la música dance en los 80-90: house, idm, synthwave, épica, hipnotismo, teclados analógicos, texturas, elegancia y reivindicación del arpegio como arte noble. Solo faltó el vermú, agotado para cuando llegamos a la barra.
Bajo una lluvia cada vez más intensa, nos dirigimos a la Sala de Pinturas del Teatro Laboral, un cuarto con frescos de innegable belleza indicado para la celebración de cenas de gala, cócteles y banquetes; tal vez no tanto para conciertos de electrónica. El primero de ellos fue el de Balago. El veterano proyecto de David Crespo estaba de presentación, un nuevo disco titulado “El Demá” que saldrá el próximo 25. El concierto se basó en collages sonoros, voces monásticas tratadas, dark ambient, órganos, repetición obsesiva de acordes pesimistas y el lanzamiento de samples desde un controlador, un conjunto muy cinematográfico lastrado por la acústica del recinto. A continuación tocaron Cicada, el proyecto conjunto de la violinista Sara Muñiz Pérez, que ha colaborado con buques insignia de la ciudad como Manta Ray, Mus, Nacho Vegas o Pablo und Destruktion, junto al programador José A. Rilla. Música ritual de fondo folclórico vestido con beats, sintetizadores y voces. Una mezcla de clásica y electro con coartada oscura y sin grandes sorpresas. La banda sonora de la Sala de Pinturas finalizó con el concierto de The Suicide of Western Culture, que entregaron las 2 toneladas de post electro (o era post-rock electrónico?) contenidas en sus dos primeros álbumes. Voces en off, diseño sonoro y épica excesiva algo carente de una línea narrativa que se hizo acompañar de imágenes de bombardeos fascistas en ciudades del País Vasco.
Tras el pertinente avituallamiento, volvimos al Teatro para reencontrarnos con Martin Messier, cuyo paso por la pasada edición del festival nos dejó con la boca abierta. Su actuación de esta edición junto a Yro (Élie Blanchard) es el resultado de una residencia a caballo entre Gijón, Montreal y París. El espectáculo, llamado "Ashes", aborda la visión microscópica. Sobre el escenario, cuatro mesas controladores similares a girafas, con palanquitas y (sorpresa) microscopios. La coreografía de movimientos y sonidos a veces funciona y otras veces resulta tal vez un pelín demasiado teatral. Si no por méritos propios, los espectáculos que siguieron acabaron de refrendar la actuación de Messier y Yro como la gran triunfadora del día en el teatro.
Y es que lo de los conciertos del inglés Zan Lyons primero y de Rabit después provocaron escenas nunca antes vistas en el teatro. El de Lyons empezó con mal pie debido a un retraso de 20 minutos cuyas causas no fueron aclaradas. Estrenaba un espectáculo en primicia basado en la ciencia ficción de los 70. Drones de cello y pedalera con loops y un respaldo visual zafio y macabro basado en mujeres en camisón gateando por paisajes rurales nocturnos. Beats ocasionales y un sopor que hizo abandonar sus butacas a algunos espectadores y que serviría de antesala al momento más wtf del festival: La actuación de Rabit junto a la francesa-canadiense Cecilia. Lo que en principio se nos presentaba como una reinterpretación de "Las Flores del Mal" de Baudelaire, se plasmó sobre el escenario en forma de música concreta, electrónica abstracta, instrumentos de cuerda y recitados en francés por parte de Cecilia, que en un principio se dedicó a interpretar teatralmente la música con lentos movimientos entre nubes de humo hasta que (y no sabemos si esto fue intencionado) la falda del hermoso vestido de época se enganchó a una de las botas, desprendiéndose y dejando a la artista la mayor parte de la actuación y literalmente en bragas. Continuaron los recitados en francés y los movimientos lentos, estos últimos esta vez -nos dio la impresión- más enfocados a recuperar y mantener la susodicha falda. Seguramente era vanguardia y era trasgresor, pero no todos los días se tiene el estómago igual de listo para digestiones pesadas.
Por suerte, las actuaciones de la nave remontaron el vuelo. Primero los franceses Zombie Zombie nos dieron una buena sesión de french dance tribal. Sobre el escenario 2 baterías y un gurú jugando con los filtros de sus sintetizadores analógicos, hipnótico. Solo sobró el momento saxofonista de dicho gurú (en según qué manos, instrumento de tortura por antonomasia). Por su parte Okkre, nuevo proyecto de Uge Pañeda (LCC), intercaló pasajes ambient y grabaciones de campo con momentos 4x4 muy del gusto del respetable. Nuestro penúltimo concierto corrió a cargo de Lusine, alias del estadounidense Jeff McIlwain, que venía a presentarnos su estupendo álbum "Sensorimotor". Hubo idm, breakbeat, glitch, acid, dance, pop, artesanía sonora… en definitiva, hubo muy buena música muy bien ejecutada. Mención especial merece el tema "Just a Cloud" y su video musical, que podeis ver sobre estas líneas... echamos en falta el cartel de "temazo". Para acabar, la segunda de las actuaciones de Atom TM, esta vez con un concierto titulado "Ground Loop" en el que dio paletadas de techno marcial de graves imposibles y precisión quirúrgica. Concierto con el que nos despedimos del L.E.V. hasta el año que viene.
Texto: Hedda Ponze
Fotografía: Piru de la Puente