Consagrados como destartalados y bulliciosos embajadores del garage más gamberro, Black Lips se han pasado buena parte del último lustro tratando de pulir el glorioso desbarajuste sonoro de sus tres primeros discos y creando canciones capaces de coger las riendas de tan asilvestrada mezcla de rock and roll, punk, psicodelia y garage palpitante. La primera prueba fue “Good Bad Not Evil”, el álbum que colocó a Cole Alexander y los suyos a la cabeza de ese revival con sustancia y contagioso poderío. “200 Million Thousand” ahondó en la misma senda manteniendo el equilibrio entre el vibrante pulso a la memoria y un correoso envoltorio sonoro, mientras que “Arabian Mountain”, publicado en 2011 y cocinado junto al productor Mark Ronson, plasma el esfuerzo de los estadounidenses por acercarse un poco más al pop sin renunciar a su desparpajo. Sus actuaciones en directo, repletas de energía y descaro, siempre dan que hablar.