Biografía

Apropiándose desde Copenhague de la onda expansiva del punk más ruidoso pergeñado en Los Ángeles por bandas como No Age, a los daneses Iceage les basta con poco más de veinte minutos para recorrer la herencia del punk y el hardcore, cruzar a Wire con los espasmos eléctricos de Joy Division y abrirse camino a través de una jungla de ritmos retorcidos y guitarras regadas de distorsión inclemente. “New Brigade” (2011), su primer trabajo, es la inmejorable tarjeta de presentación de este cuarteto danés que parece haberse propuesto combatir las bajas temperaturas a base de músculo y energía.

Cuando se es adolescente se cometen locuras por instinto, sin pensar casi en ellas. Los resultados de dichos disparates suelen ser eso, disparates, aunque en ocasiones acaban destapándose como reveladores. Lo de Iceage podría pasar por el nuevo paradigma de toda esa historia pero se ve a la legua que lo suyo es cuestión de talento innato. Se formaron en 2008 cuando aún eran menores de edad y decidieron bautizarse con el nombre de uno de aquellos temazos de cuando Joy Division aún se llamaban Warsaw. Sin haber cumplido ninguno la veintena, los chavales entregan un primer álbum que encapsula su animal y seminal energía como nunca conseguirán hacerlos muchos otros que acaban agotados de tanto premeditarla. “New Brigade” son 24 minutos a toda hostia, una tonelada de carne cruda atravesando las Urgencias de un aséptico hospital punk, un escupitajo disparado desde unas cuerdas vocales a punto de quebrarse. Cuando empiezan a sonar los primeros acordes uno se da cuenta de que con Iceage no hay escapatoria. O te alías o estás fuera del rebaño. Lo suyo es una religión furiosa, acuciante, sombría, “un camino sangriento” en el que “la traición es un pecado”.

Otro dato que les convierte en extraordinarios es el de su procedencia. Los rapaces son de Dinamarca, un país en el que la gente apenas oye hablar de delincuencia y corrupción, y donde, según las estadísticas, se es más feliz que en ningún otro lugar del globo. Como a sus paisanos metaleros Sexdrome (de quienes versionan “Count Me In”), a ellos todo eso se la trae al pairo. Basta que echen mano de sus instrumentos para echar por tierra cualquier idea preconcebida sobre el estado de bienestar de Escandinavia. Siu música derriba cualquier muro que se le ponga por delante. De su herencia hardcore Kurt Cobain se declararía tan fan como lo era de Scratch Acid. De su sección rítmica destaca la manera que tiene de sacar petróleo de lo atonal, un poco en la línea de la no wave y de aliados del art-punk escocés como Josef K o Fire Engines. De las guitarras se puede decir que echan fuego o que están tan congeladas como el agua del Mar del Norte, la metáfora funciona igual; y de las canciones que Wire y Gang of Four serían capaces de matarse a puñetazos por las más pop. En definitiva, palabras mayores para un grupo que acaba de dar por inaugurada su carrera.

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