Grizzly Bear comenzó como un proyecto de grabaciones caseras que Edward Droste registró en una grabadora encerrado durante 15 meses en su apartamento de Brooklyn. El proyecto cobró nueva vida con la ayuda del multiinstrumentista Christopher Bear que añadió su voz e instrumentos a las austeras grabaciones de Droste. El resultado fue "Horn of Plenty" (2004), un proyecto que en un principio estaba destinado únicamente a los amigos de Droste. Ese mismo año se incorporaron al grupo Chris Taylor y Daniel Rossen, configurándose la formación de la banda.
Con cada nuevo disco, Grizzly Bear amplían y redefinen su campo de batalla –es un decir: no se me ocurre un grupo de ánimo menos belicoso–; superan las expectativas urdidas a su alrededor para revelarse como una banda de mayor densidad e intensidad de lo que creíamos. Del tímido indie-folk lo-fi de “Horn Of Plenty” (2004) saltaron a un “Yellow House” (2006) que, partiendo del folk, miraba hacia un pop acústico denso e intrincado en el que se daban la mano The Beach Boys, Tom Waits y Animal Collective. Con “Veckatimest” (2009) despegan hacia el infinito de un pop luminoso, con orquesta (Nico Muhly en los arreglos), coros femeninos y guiños a décadas de herencia musical popular. Crecen sin cesar. Hacia arriba y hacia dentro.
Tres años después del exitoso "Veckatimest", vuelven para reafirmar que son una de las bandas más llamativas de lo que va de siglo, y ante "Shields" (2012), su cuarto disco de estudio, es complicado permanecer indiferente. ¿Qué es lo que hace enriquecedor a este grupo? Que nunca ha dejado de crecer. ¿Dónde podemos encontrar la explicación? En que todos sus integrantes son muy inquietos musicalmente. En múltiples entrevistas los miembros de Grizzly Bear han afirmado lo comprometidos que se sienten con su grupo, pero esto no ha impedido que experimenten fuera de él.
Los neoyorquinos estuvieron desconectados unos de otros durante un largo período de tiempo y no fue hasta después de varios reencuentros que redefinieron de nuevo su sonido. El lugar donde la química volvió a surgir fue Cape Cod, concretamente en Veckatimest, ese sitio de nombre tan simbólico. "Shields" es el disco más asequible hasta la fecha del cuarteto, puesto que suena compacto y convencional, aunque esto sea engañoso: a los de Brooklyn aún les siguen importando las capas sonoras y las armonías vocales. Pero "Shields" podría ser ese disco con la llave para acceder al mundo Grizzly Bear sin volverse loco, algo así como un curso de iniciación. En esta obra, el cuarteto neoyorquino muestra una perspectiva más convencional y lineal de su música, un carácter más rockero y una buena dosis de luminosidad, aun conservando su deleite por las texturas de los sonidos orgánicos y el uso de una rítmica atípica, que usa el silencio casi como un instrumento más.
Sonar a la vez íntimos e infinitos es misión compleja, pero Grizzly Bear han logrado el reto en cada uno de sus discos, que suelen exigir escuchas repetidas para –tratar de– aprehender cuanto contienen; aunque sus melodías y armonías cazan a la primera, detrás de ellas hay un trabajo musical poco común, realmente sutil, entre el sonido vintage, la producción moderna y el arreglo orquestal, que realza hasta niveles de belleza insondable grandes partituras e interpretaciones.