Biografía

El primer álbum en solitario del que fuera mitad del grupo californiano Girls sentencia algo que ya todos intuíamos hace tiempo: Chris Owens era el verdadero gran talento del dúo, el que tenía algo realmente especial. "Lysandre" (2012) es un brevísimo (no alcanza la media hora) álbum en el que Owens muestra, más que nunca, la orfebrería compositiva que puede ofrecer.

No sólo no ha sometido a referéndum alguno la continuidad de uno de los grupos más amados por la tribu crítica del indie de los últimos cinco años (Girls) sino que ha dimitido del rock ruidoso en pos de una valiente reconversión a crooner soft de canciones de cámara que, por momentos, nos obliga a preguntarnos qué serían de subir el beat tres o cuatro palmos y de pisar un par de pedales para someternos a una sinfonía de irredentos ruidos que hagan de nuestros bailes el preámbulo del pogo, el mosh y el slam que no encontramos en el hardcore melódico. Recompone su erario privado y compone, en este caso, un conjunto de piezas al pie de la cama: auténticas confesiones de alcoba, romanticonas y ñoñas por momentos, casi siempre bajo las ínfulas de una indigesta positiva y sacando a relucir la versión más melódica y lacrimógena de su enamoramiento nodrizo. Se alía, incluso, a unas voces femeninas que sirven como bálsamo para endulzar un total que puede subir el azúcar de los macarras, rebusca en los elementos de barroquismo más silvestre y vira en un ñu-crooner de casa de campo.

Christopher Owens, por la cuenta que le trae, ha decidido soñar con ser el chucho resultante de una orgía organizada por Dan Bejar (Destroyer), Bethany Cosentino (Best Coast), Stuart Murdoch (Belle & Sebastian), la Karen O (Yeah Yeah Yeahs) de la banda sonora de "Donde viven los Monstruos", el Pelle Carlberg más positivo y el Adam Green menos colocado para, al fin y al cabo, componer un temático y agudo canto romántico que, a su vez, libera sus facciones más lounge e hipoacústicas y convierte a aquel macarra amanerado en un ñoño del carajo que nos da, como mínimo, un puñado de opciones para reemplazar el "Anyone Else But You" de The Moldy Peaches por alguno de sus nuevos himnos de adulto romanticismo adolescente.

Se acerca al amable y tierno formato de canción para niños para y conecta con las versiones más romanticonas de Jonathan Richman, Seabear, Adam Green o God Help the Girl para cantar a sus amores perdidos y conseguidos recuperando el espíritu de canciones de Girls como "Saying I Love You" o "Love Like a River". De ahí que Owens nos imponga un agradable tránsito de su época en su sepultada banda a su actual espacio solista (en caso de que nos dé por escuchar de seguido la discografía del pretérito dúo y este primer experimento solista). Y es que si bien "Lysandre" (2012) se entiende, al final, como un todo común, como una banda sonora confesional y, a su vez, como un fino trabajo de autosuficiencia de un autor que abandona el ruido de las guitarras eléctricas pero sostiene su obsesión por las melodías retro, los guiños sixties y, ahora, las sinfonías de flautas traverseras, clarinetes y vientos más propio de géneros como el lounge o el chill acústico; el álbum va minimizando la presencia eléctrica en favor de una alegoría asilvestrada que nos remite a Simon & Garfunkel y a Joan Baez pero también logra anticiparse a Ariel Pink cuando le dé por comprarse una guitarra española en su próxima gira.

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