Abu Sufjan Muhammad fue un gran guerrero armenio que, cuenta la leyenda, tuvo que pasar su espada por los cuellos de mil dragones para rescatar a la princesa. El nombre de este personaje que nunca existió, se empleó para el músico de Michigan Sufjan Stevens quien, cuenta la leyenda, apareció en la noche del 1 de julio de 1975 en la puerta de la familia Stevens, con una nota en la muñeca que decía “Te quiero”. La leyenda cuenta también de los legendarios padres adoptivos de Sufjan que criaron al inesperado bebé en una caja de leche, que le dieron el mismo cariño que a sus otros tres hijos, Jo-Jo, Zukey-Dukey y Jam-Jam. Que le alimentaron a base de zanahorias y que el cuento de cada noche era el poema en sánscrito Bhagavad Gita.
Esta es la biografía inventada que explica en gran parte la fascinación del joven autodidacta por los viejos relatos, por los dragones y el cielo, los cisnes, los accidentes geográficos y personajes históricos y dispares como Lincoln, Carl Sandburg, el asesino en serie John Wayne Gacy Jr; y también personajes bíblicos como Abraham, o los discípulos Pedro y Juan.
Lo que sí sabemos con certeza de Sufjan Stevens es que nació en Detroit, asistió a la Harbor Light Christian School, donde comenzó a interesarse por la música (es un virtuoso con el banjo y el oboe), y que tras sus dos primeros discos ("A Sun Came", de 1998, fue el primero de ellos) siguió la grabación frustrada de un disco sobre el Medio Oeste que debía contar historias de vendedores ambulantes, limpiacristales, y fundamentalistas cristianos como los que él contemplaba en su infancia. Es admirador de los tres Williams (Blake, Wordsworth y Faulkner). Suele hablar poco de su vida privada y de sus convicciones, de modo que lo más apropiado para entender su música y sus letras es ir directo a su discografía, considerablemente extensa y profunda para su edad, y espectacularmente ambiciosa por los proyectos que tiene en mente.
Su interesante trayectoria continuó en el 2001 con el disco "Enjoy Your Rabbit", disco electrónico de temática centrada en el horóscopo chino. Ya entonces llamó la atención de la escena internacional, que veía una nueva promesa folk, original, incandescente y accesible. Pero nadie estaba preparado para oír el siguiente proyecto de la joven promesa: El proyecto de los 50 estados. La grabación de un disco por cada estado norteamericano.
Y si en trabajos como “Illinoise” jugaba a fantasear con el folk entre cuerdas y lujosos arreglos, el arriesgado “The Age Of ADZ” supone un nuevo salto mortal de un artista poco acostumbrado a las convenciones. Consagrado como compositor y productor tras una década bordeando los límites del pop, el de Detroit echa el resto en un disco que resume a la perfección toda su carrera al tiempo que abre nuevas fracturas electrónicas.