Para muchos, Manos de Topo son la gran esperanza blanca del deathcore en castellano de autoría surrealista, recogiendo la herencia de Job For A Cawboy y The Black Dahlia Murder, honrando el legado de As Blood Runs Black, y homenajeando el histrionismo afectado de Mitch Lucker.
Manos de Topo son un grupo pop sin igual, por su formación, por su sonido, su concepto, sus letras, sus canciones y su desvergüenza. Pocas veces ocurre que un grupo conecte tan rápido con un público creciente que llena sus conciertos a base de escuchas en MySpace y el boca-oreja, conciertos que se convierten en recitales tragicomédicos donde la brillantez compositiva se da la mano con un bizarrismo escénico y una lírica concisa: el desamor por norma.
Porque en Manos de Topo juegan un papel tan fundamental los textos como la actitud. Como en aquella escena de Doctor en Alaska donde Joel Fleischmann sale del personaje y del guión para detener un duelo a muerte afirmando que, en realidad, tan sólo se trata de una serie, Manos de Topo gustan de regocijarse en el mal de amores y en la desdicha, pero siempre con la puerta entreabierta a la ironía. Sin embargo, no dejan de decir verdades como puños, piensen si no en el estribillo de Es feo, en Morir de Celos, o en frases lapidarias como “follar provoca cariño” o “llevas demasiado carmín para ser solo amigos”.
Hay que destacar la puesta en escena del grupo y su formación, con ese cantante sentado ante su atril con su guitarra y sus comentarios, encandilando a las chicas que le miran como a un Woody Allen del pop. Y el resto de la formación serios, elegantes y dispuestos, como una banda fúnebre que tocan por la muerte del amor.
Barcelona se les quedará pequeña dentro de poco. Al tiempo.