Soy parco en palabras, pero la hospitalidad de los viveirenses me anima a charlar con ellos cuando entro en algún restaurante a comer, en el taxi, en el hotel... y así, de paso, me entero de cómo viven ellos los cuatro días que dura el Resurrection Fest. Hay respuestas de todo tipo, pero ninguna negativa: "tenía que haber un Resu cada tres o cuatro meses", "la gente que viene a este festival no buscar follón, simplemente le gusta la música", "lo único que no me gusta es que me lo pierdo porque tengo que trabajar". Si a esta calurosa acogida se le suma el característico buen rollo del festival y un cartel con casi un centenar de grupos que prácticamente abarcan todo el árbol genealógico del metal, el rock y el hardcore, resulta fácil deducir por qué en 2019 el festival se ha vuelto a poner las botas en lo que a asistencia se refiere.
El Resu comenzó para nosotros el JUEVES con los franceses Gojira, que pueden presumir como pocos de tener una capacidad sobresaliente para llevar el metal extremo un paso más allá. A pesar de que el sonido del show no alcanzó la excelencia -ni mucho menos- consiguieron tocarme hondo con la fantástica "Oroburus", extraída del disco The Way of All Flesh y que sirvió como arranque del concierto. También lo hicieron "L'Enfant Sauvage", procedente del disco del mismo nombre y la potentísima "Silvera", de su más reciente trabajo Magma. Una vez finalizado el show, Joe Duplantier, vocalista y guitarra del grupo, quiso despedirse de su público surfeando -literalmente- sobre las cabezas de los que estaban en las primeras filas. Para repetir.
Sin apenas darnos tiempo a recorrer los escasos metros que hay del Main Stage al Ritual Stage, comenzaron a sonar las primeras notas de la intro de Vortex, el último disco de Toundra. En este nuevo trabajo prescinden por primera vez de los números romanos correlativos y se decantan por el nombre de una sala alemana a la que, al parecer, tienen especial cariño. Musicalmente es una gozada, e incluye temas excepcionales como "Cobra" y "Cruce Oeste" -esta última de un lirismo que pone los pelos de punta- que para disfrute de todos incluyeron en el setlist. ¿Pegas? Lo poco que te deja disfrutar la hora escasa que tuvieron para tocar y el sonido, que fue un pelín regulero y dificultó el poder meterme de lleno en su intenso e hipnótico post rock.
Mientra esperábamos el comienzo del concierto de Slayer, lo que hasta entonces había sido una lluvia ligeramente molesta se convirtió en una tormenta eléctrica de dimensiones importantes. Pasaban los minutos, la banda no salía a escena y empezaron a surgir los comentarios sobre una posible cancelación y la peligrosidad que suponen -también para el público- este tipo de fenómenos meteorológicos. Seguimos esperando y la lluvia molesta se convirtió en torrencial, lo que hizo que corriéramos en busca de refugio a la sala de prensa. La cosa pintaba mal, pero por fortuna para todos la tormenta comenzó a amainar y la organización del festival anunció a través de las pantallas del Main Stage que en breve se retomarían los conciertos.
El show de Slayer comenzó aproximadamente con una hora de retraso, pero pronto nos dimos cuenta de que la espera y la mojadura habían merecido la pena. Arrancaron el concierto con "Repentless", tema que abre su último disco y cuya mala hostia sirvió a la perfección para entrar en calor a base de headbanging y circle pits. Le siguieron -y cito mis favoritas- "World Painted Blood", "War Ensemble", "Disciple", "Mandatory Suicide", "Seasons in the Abyss"... todo ello en un escenario con luces de un predominante color rojizo, unas llamaradas espectaculares y unos rayos, que puntualmente aún aparecían en el cielo, que hacían parecer que estuvieran tocando en el mismísimo infierno. Sin apenas darnos respiro, acometieron con "Hell Awaits", "South of Heaven", "Raining Blood", "Angel of Death"... Una vez finalizado el concierto nos preguntamos cómo puede ser que un grupo en semejante estado de forma se separe. ¿Será cierto o esta gira de despedida será un "me voy, pero vuelvo"? Da para debate pero, ni es el momento, ni esta crónica es lugar.
A continuación decidimos que iba siendo hora de comer algo, así que nos dirigimos al Pandemonium para así, de paso, echar un vistazo. No notamos apenas cambios con respecto a años anteriores: barra, asientos, una zona alta desde donde ver los conciertos, wc, un mini restaurante... Todo genial si no fuera porque la masificación empieza a pedir una ampliación a gritos.
Una vez terminado el bocata, decidimos subir a la zona elevada y así coger sitio para ver a Parkway Drive. Lo primero a destacar es la curiosa puesta en escena de la banda, que se adentró entre el público escoltada por un séquito de personas envueltas en túnica negras para acceder al escenario. Comenzó el concierto y desde las primeras notas la banda se definió a sí misma con un metalcore cañero y elegante, envuelto en un sin fin de luces y destellos pirotécnicos. La respuesta del público fue brutal, desviviéndose en corear tema tras tema y alcanzando el paroxismo musical con "Pray", "Absolute Power" y, sobre todo, con "Wild Eyes", que convirtió el Main Stage en una fiesta total. También me gustó mucho la escenificación e interpretación por parte de McCall de "Cemetery Bloom", que recordaba ligeramente a Till Lindermann de Rammstein. En definitiva, concierto redondo de los australianos, que se presentaron como firmes candidatos a sustituir en la cabeceras de los carteles a las bandas que se jubilan y a las que se resisten a ello.
Acto seguido comenzaba el show de Batushka en el Ritual Stage. Una teatralización oscura y muy característica del black metal mostraba a varios monjes envueltos en túnicas negras encendiendo, muy lentamente, a modo de ritual, las decenas de velas que portaban unos candelabros. En ese intervalo de tiempo se me vino a la cabeza la batalla legal en la que se ha visto envuelta la banda en los últimos meses, y que lo que íbamos a ver a continuación ya no eran los Batushka de Litourgiya. El show se centró exclusivamente en Hospodi, un nuevo trabajo que echa en falta las composiciones del fundamental Kris Drabilowski, pero que aún así contiene muchos aspectos interesantes. Desgraciadamente, el sonido dejó mucho que desear y la voz de Krysiuk apenas sí se apreciaba. Diría que lo más destacado del show fue la teatralización de la puesta en escena, y las poderosas "Dziewiatyj Czas" y "Powieczerje", en lo que se refiere a la parte musical.
Comenzamos el VIERNES con The Black Panthys Party, sin duda el grupo más divertido de cuantos actuaron en esta XIV edición del Resu. La banda quiso aparecer en escena con caretas y fundas blancas pintadas de rosa en clara parodia a Slipknot, cabezas de cartel de la jornada, advirtiendo que del autobús de las estrellas norteamericanas habían visto bajar a un grupo de chinos; que nunca se sabe quién puede haber detrás de la máscara. Fue entonces cuando empezaron a dar cera a diestro y siniestro a Rajoy, a la familia real, a los no creyentes que se casan por la iglesia, a Íñigo Errejón... en el lenguaje que mejor saben hablar: el hardcore/punk directo y sin complejos. Como en todos sus conciertos, su frontman -¿o debería decir showman?- volvió a ser parte fundamental del show, interactuando constantemente con el público y organizando desternillantes variantes de los clásicos circle pit y wall of death. ¿Por qué correr y saltar todos en círculo cuando se puede hacer un corro de la patata? ¿No es más divertido organizar un wall of pez, haciendo que el respetable se arrastre por el suelo como si de peces fuera del agua se tratase? Como colofón final y al grito por parte del vocalista de "¡dejadlos pasar, aquí mando yo!", el personal de seguridad permitió que el escenario se viera invadido por un público contagiado por la diversión y el buen rollo del grupo. Imprescindibles.
Dejamos el Chaos Stage para hacer nuestra primera visita al imprescindible Desert Stage, donde Santo Rostro comenzaban su actuación. Nacidos en Jaén en 2013, la banda se decanta por un sonido muy potente de claras influencias doom y stoner. Su discografía es altamente recomendable y poco o nada tienen que envidiar temas como "One Small Victory" o "Blood Run", que interpretaron estupendamente bien, de hits de bandas extranjeras mucho más reconocidas. Dejando claras las influencias antes mencionadas, el grupo quiso interpretar el cover de Pentagram "Forever My Queen" con Javi, vocalista de Cabeza de Caballo. Si tuviera que poner una pega diría que la voz de Gámez pierde un poco llevada al directo. Por lo demás fetén.
Cuando llegamos al Main Stage Trivium calentaban los ánimos del público con "The Sin and the Sentence", tema que da nombre a su último álbum. La banda se mostraba muy contundente, desequilibrando la balanza de metal y core claramente en favor del metal. Matt Heafy, guitarra y vocalista, se mostró afable y comunicativo en todo momento y quiso aprovechar que el día antes habían tocado en el VOA Heavy Rock Festival para "picarnos" y que compitiéramos con los portugueses por el título de mejor público del mundo en el arranque de la contundente y clásica "Like Light to the Flies". Para el final quedaron "The Heart From Your Hate" e "In Waves", que levantaron pasiones entre los fans dejando afónico a más de uno.
La altísima asistencia al concierto de Arch Enemy, que sumó más público que en la pasada edición, dio la razón a la dirección del Resu, que había recibido duras críticas a través de las redes sociales por fichar a la banda sueca por segundo año consecutivo. "The World Is Yours" y "The Race", singles de Wild To Power, su último trabajo -no confundir con el disco de versiones recientemente editado- se intercalaron en el comienzo del concierto con la celebradísima "War Eternal" y "My Apocalypse". Las comparaciones con Angela Gossow siguen siendo inevitables, sobre todo cuando suenan temas antiguos, pero no se puede negar que Alissa brilla con luz propia y ha conseguido llevar al grupo a un nivel más alto de popularidad. Excelente también el combo que forman las guitarras de Michael Amott y el virtuoso Jeff Loomis, que puede presumir de tener una técnica soberbia. De la parte final me quedo con "As The Pages Burn" y la ya clásica "Nemesis", que desató la locura de los fans. Mención especial merece Álex, el ya célebre chico con parálisis cerebral, que llegó hasta la valla con su silla de ruedas en un crowd surfing inédito.
No me gusta Slipknot, así que aproveché que el grueso del público estaba en el Main Stage para ir a comer algo. Como en años anteriores, la oferta culinaria era amplísima y para todos los gustos: pizza, hamburguesa, patatas, perritos, comida asiática, mexicana, vegana...
Ya con el estómago lleno, me dirigí al Desert Stage para ver a Radio Moscow que, ante un mínimo grupo de personas, hicieron uno de los mejores conciertos que pude ver en el festival. Procedentes de Iowa, dieron una lección a los allí presentes de blues/hard rock psicodélico de largos solos, desarrollos complejos y ese regustillo setentero tan molón. A todo esto hay que sumarle un sonido perfecto y una actitud sobre las tablas que me tuvo con la boca abierta la hora que duró el concierto. Para mí, sin duda, la sorpresa del festival.
El telón de fondo en el Ritual Stage con la condesa Bathory dándose un baño de sangre me hizo presentir lo que estaba por llegar. En los 90 fui un gran fan de Cradle Of Filth y sus primeros discos -donde pesaba más el sonido extremo que la parte gótica -me parecen realmente buenos. Efectivamente, arrancaron con "Thirteen Autumns and a Widow", "Cruelty Brought Thee Orchids" y "Beneath The Howling Stars", las tres del que para mi es su último gran disco: Cruelty & The Beast. De aquella formación clásica solo queda Dani, pero lo cierto es que no eché de menos a nadie. Los músicos actuales encajan perfectamente en el concepto de la banda, destacando especialmente a Lindsay Schoolcraft en la parte vocal y los teclados. "Malice Through the Looking Glass", con un Dani pletórico, me hizo viajar 25 años en el tiempo hasta aquel maravilloso Dusk & Her Embrace, que sabe dios cuantas veces pude escuchar en su día. Aunque, posiblemente, la canción más celebrada fue "Nymphetamine (Fix)", uno de sus temas más conocidos por el gran público. Reconozco que después de perderles la pista durante más de dos décadas su concierto en el Resu ha conseguido que me haya vuelto a enganchar a los británicos.
La jornada del SÁBADO la empezamos en el Main Stage con una de las leyendas más reconocidas del thrash metal mundial: Testament. Después de cinco años, los californianos regresaron al Resurrection Fest con un show bueno en setlist, pero algo defectuoso en sonido. El concierto arrancó con las potentes "The Pale King" y "Brotherhood of the Snake", procendentes ambas de su último disco. El buen rollo, la cercanía de Chuck Billie y lo coreable que resulta "More Than Meets the Eye" animó a un público, considerablemente mayor que en los días anteriores, a venirse arriba cantando y participando en los pogos que fueran necesarios. Más éxito aún tuvieron "Into The Pit" y "Over The Wall", dos de esos clásicos imperecederos de la banda que hacen agitar las melenas y que nunca pueden faltar en sus directos. Esperemos que vuelvan pronto.
Mis prejuicios hacia el power metal hicieron que estuviera a punto de perderme el concierto de Vhäldemar. Y hubiera sido un error terrible porque este quinteto formado en Baracaldo a finales de los 90 rebosa actitud, fuerza, ganas, autenticidad... y son jodidamente buenos. Su vocalista, Carlos Escudero, se desgañitaba en todos los temas con una actitud metalera desbordante y un "a muerte" que no dejó de repetir en todo el concierto. Me gustaron mucho también los matices que aportan los teclados, la potente base rítmica y, sobre todo, el virtuosismo de Pedro J. Monge con la guitarra. Si hubieran nacido en Alemania seguramente serían reconocidos a nivel mundial, pero en España ya se sabe.
Un Main Stage decorado con un telón con el logo de Lamb Of God y multitud de simbología en blanco y negro relacionada con la bandera estadounidense, fue el atrezzo que anunció el inminente concierto de los actuales reyes del groove metal. "Quien se remite a la ley en contra de su prójimo es un tonto o un cobarde. Quien no puede cuidar de sí mismo sin esa ley es ambos a la vez..." El speech inicial de "Omerta" sirvió también como intro para el inicio de la estampida sonora de los norteamericanos, que continuaron con "Ruin", "Walk Whith Me In Hell" y "Now You've Got Something To Die For", a lo que una audiencia enloquecida respondió con los botes y los circle pits exigidos por Randy Blyte. El vocalista no se quedó atrás y permaneció muy activo en todo momento, moviéndose por el escenario, saltando y haciendo headbanging. Entre mis favoritas de la recta final del show estuvieron "Blacken the Cursed Sun" y "Laid to Rest". Espectacular la despedida con "Redneck", para la que se formaron una multitud de circle pits dispuestos de forma que vistos desde arriba se debieron asemejar bastante a unos aros olímpicos. Sin duda los reyes de la jornada.
De vuelta en el Desert Stage, nos dispusimos a una buena ración de rock con los suecos Troubled Horse. A pesar de que su procedencia hace que casi instintivamente los relacionemos con bandas de la misma nacionalidad y de corte setentero como Graveyard, no se puede negar que tienen un estilo propio que los diferencia del resto. "My Shit's Fucked Up", por ejemplo, es una versión del cantautor norteamericano Warren Zevon de corte country, que llevada al directo es una delicia. "Let Bastards Know", incluida también en su segundo álbum recuerda ligeramente a sus paisanos Spiders. Pero si tuviera que elegir, me quedaría, sin duda alguna, con "Which Way to the Mob" y "Another Mans Name", que poseen unos rifs y unas melodias que se te quedan grabadas a fuego. Prohibido perderles la pista.
Sin movernos del sitio, nos quedamos a la espera del comienzo del concierto de Miss Lava. Este cuarteto portugués, aunque enmarcado en el stoner, dejó claro a los allí congregados que también gustan de experimentar con otros sonidos. Por ejemplo, en el arranque, pudimos disfrutar con "Don't Tell a Soul", incluida en su primer disco y que en cierta manera recuerda a Clutch. "I'm The Asteroid", de corte más alternativo y psicodélico también recibió una gran respuesta. "Black Rainbow", que presentando esos sonidos graves propios del stoner juega a la vez con el rock más convencional, también resultó muy atractiva llevada al directo. En la parte final del concierto y con el público ya en el bolsillo, el vocalista Johnny Lee hizo que todos coreáramos el estribillo de "Catch The Fire", tema más hard rockero con el que dijimos adiós a Miss Lava y al Desert Stage hasta el año que viene.
Llegamos de nuevo al Main Stage justo cuando comenzaba la actuación de King Diamond. El escenario presentaba tres alturas con sendas escaleras laterales y varias puertas en la parte baja. El conjunto representaba lo que podía parecer una casa sacada de una película de terror, y sirvió a la perfección para la representación teatral que acompañaba a las canciones del danés. Diamond apareció en escena recostado en una camilla empujada por un personaje encapuchado, mientras se oía la intro de "St. Lucifer's Hospital". En ese momento, aparecen el resto de miembros del grupo y arrancan con "The Candle" y "Voodoo", con una mujer vestida de blanco bailando al son de la música. Vuelve la representación teatral con dos personajes que introducen un ataúd blanco en el escenario con la inscripción "Abigail" en un lateral. De él sacó una muñeca que terminó apuñalando. Un escalofrío me recorrió la espalda mientras repasaba mentalmente los temas que me gustaría ver interpretados del que es mi álbum favorito de King Diamond. Tocaron entonces "Arrival" para deleite no solo mío, sino de todo el público que la celebró como merece. Le siguió "A Mansion In Darkness", también de Abigail, para rematarnos acto y seguido con "Helloween". Qué gozada, joder. Es cierto que recibe apoyo en las voces de otra cantante, pero para tener 63 años sigue llegando a las notas más altas mejor que bien. Prosiguió con un tema nuevo, muy acertado, que irá incluido en su próximo trabajo. Muy bonito, pero teníamos poco tiempo y yo estaba sediento de más clásicos. Le tocaba el turno a la introducción del álbum Them, “Out from the Asylum”, para proseguir con "Welcome Home” y “The Invisible Guests”, del mismo trabajo. A continuación nos vamos al año 89 para atacar el álbum Conspirancy -me encanta la portada de ese disco- con "Sleepless Nights". Diamond, siempre metido en su diabólico personaje y portando la clásica cruz de huesos que usa como micro, se movía por el escenario, subiendo y bajando las escaleras e interaccionando con la fantasmal figura de la actriz vestida de blanco. Después de "The Lake" nos fuimos a los bises para volver de nuevo con "Burn", “Black Horsemen” y “Something Weird”, que cerró el concierto. Las únicas pegas que puedo poner al show fue su corta duración y el fracaso estrepitoso de público debido, seguramente, a las altas horas en las que se desarrolló el concierto.
Completamente agotados y satisfechos, abandonamos el recinto hasta el año que viene.
Long live Resurrection Fest!
Texto: Ash Campbell
Fotos: Mos