Mi primer año en el Resurrection Fest y eso que lo tengo a tiro de piedra. Más de una vez me he sentido tentado a asistir a alguna de sus ediciones anteriores, pero reconozco que un cartel formado casi exclusivamente por grupos de punk, hardcore y metalcore no entra dentro de mis ideales musicales. Afortunadamente, para muchos de nosotros, la tendencia está cambiando y la organización ha decidido abrir un poco más el abanico de estilos incluyendo bandas de sludge, thrash o death metal. El pasado año, por ejemplo, combinaron con gran acierto grupos como Slayer, Madball, Biohazard, Exodus, Millencollin, Black Flag o Lamb Of God, consiguiendo así impregnar al Resurrection de una personalidad única y muy diferente a otros festivales nacionales. Aunque ha sido este año cuando, a mi modo de ver, han confeccionado uno de los carteles más atractivos que recuerdo.
Resultaba misión imposible estar a primera hora en el festival, así que nuestro plan era llegar a tiempo para el concierto de Red Fang, que empezaba a las 18:00. Desgraciadamente, mi pésimo sentido de la orientación, el imán que últimamente tengo para la Guardia Civil y el despiste de otro asistente al festival con el que tuvimos un leve accidente de coche, hizo que únicamente pudiéramos escuchar "Prehistoric Dog" mientras hacíamos cola para recoger las acreditaciones. Una lástima porque pude verlos el año pasado en el Sonisphere y su directo es demoledor.
Mientras cambiábamos efectivo por la moneda del festival, daba comienzo el concierto de los neoyorquinos Backtrack. Muy contundentes, descargaron su hardcore puro y duro mientras el público enloquecido gozaba del circle pit que constántemente exigía la banda. El grupo hizo repaso a todos sus trabajos desde su primer Ep con "Wellcome To The Pound", "Darker Half", incluido en su primer disco, o "Nailed to the Track" perteneciente a su último trabajo, editado este mismo año. En resumen, brutales.
Quedaban cosa de veinte minutos para que Crowbar saltaran al escenario principal, así que era un buen momento para aprovisionarnos de la imprescindible ración de cerveza. No fueron más de dos minutos lo que tardaron en atendernos, todo un récord comparado con el infierno que significa ir a por bebida en muchos festivales. Corta espera debida sobre todo al buen número de puestos de bebida que poblaban el festival, pero sospecho que también a la juventud de los asistentes (una media de unos 26 ó 27 años), que son los que más sufren la actual crisis económica. Supongo que por eso era frecuente encontrarse con numerosos chavales bebiendo de los grifos de los servicios e incluso llenando de agua sus vasos de litro. Hablando de vasos, tengo que mencionar la buena idea del festival de proporcionar para las bebidas vasos de tamaño normal y de litro previo pago de un euro. Éstos eran de un plástico más resistente y te "obligaba" a que en sucesivas visitas a la barra llevaras tu propio recipiente, evitando así que acabaran tirados por el suelo. Podía llegar a ser un poco engorroso cargar con el vaso si no tenías mochila, pero ¿y lo bien que quedan de adorno en mi estantería? Pues eso.
Con Amon Amarth llegó el que para mí fue el mejor concierto del jueves. Con un telón de fondo ilustrando la portada de su último álbum, saltaron al escenario los cinco suecos que tienen el honor de ser, hoy por hoy, los máximos representantes del viking metal mundial. Entre sus temas más celebrados estuvo su último single, "Father Of The Wolf", "Deceiver Of The Gods", cuya introducción tarareamos todos los allí presentes con el beneplácito de su vocalista, "As Loke Falls", "Asator", "War Of The Gods"... Momentazo también la reaparición del grupo en los bises, con Johan Hegg portando un martillo al más puro estilo Thor y golpeándolo contra el suelo en el mismo momento en que arranca "Twilight Of The Thunder God". Sólo recordarlo y se me ponen los pelos como escarpias. Brutal.
Una vez acabado el concierto nos encaminamos hacia el Ritual Stage donde estaban tocando The Ocean, una banda alemana de post metal, que a pesar de gozar de buen sonido no nos retuvo más de unos pocos minutos. El estómago empezaba a protestar y la propuesta del grupo no nos decía nada.
Una vez llegamos a la zona de los puestos de comida, nos quedamos sorprendidos por la cantidad y la variedad de chiringuitos que ofrecían desde los típicos bocatas de chorizo frito, hasta hamburguesas, kebabs, comida mejicana, paella... y todo ello con esperas de no más de cinco minutos. Una maravilla.
Una vez saciado el estómago decidimos pasarnos por el Chaos Stage, donde la banda de metalcore, Architects, estaba a punto de comenzar su actuación. Los británicos, que visitaban el Resurrection por segunda vez, venían presentando su nuevo disco "Lost Forever / Lost Together" en el cual basaron gran parte de su repertorio. "Grave Digger" , "C.A.N.C.E.R", o "Naysayer", se intercalaron con temas más antiguos como "Alpha Omega" y "These Colours Don´t Run". Gran grupo en el mejor momento de su carrera.
Le tocaba el turno a Megadeth, los cabezas de cartel del día, y se notaba en la gran afluencia de público. Soy gran fan del thrash y la banda de Mustaine es una de las más relevantes dentro de su estilo, pero reconozco que no me encuentro entre sus más fieles seguidores. Aún así disfruté con canciones como "Skin O' My Teeth" (una de mis favoritas), la imprescindible "Symphony Of Destruction" , "Hangar 18", "Peace Sells", o "
Una vez más volvimos al Ritual Stage, escenario pequeño solo de tamaño porque de calidad estuvo sobrado. High On Fire saltaban al escenario y comenzaban un concierto bárbaro. "Fury Whip" fue la primera en sonar... qué bestias. Su sonido se puede describir como un híbrido sludge/stoner envuelto en una atmósfera densa, oscura, y una voz que me recordó a la del mismísimo Lemmy . "Fertile Green" y "Madness Of The Architect" fueron los temas su último disco que se mezclaron en el set list con clásicos como la brutal "Fireface", "Devilution", "Rumors Of War" o el pepinazo final que fue "Snakes For The Divine". Sin palabras.