El día arrancó con cielos nublados y muchas ganas de diversión para disfrutar en familia. Tanto peques como mayores se agolpaban a las puertas del escenario Santander formando largas colas, y en el ambiente se sentía el sold out que auguraba una gran fiesta.
Como cabeza de cartel la Billy Boom Band, que se metió al público en el bolsillo en un abrir y cerrar de ojos. Conexión completa con el respetable y sin apenas darnos cuenta, ya estamos con los brazos en alto al ritmo del sapo Purón, o pasándolo como enanos con Bambino. Y es que estos chicos levantan pasiones entre su pequeño gran público con su excepcional directo.
Con Joe Ventisca & the Huckleberries, ¡¡nos fuimos de guateque!! Disfrutamos de sonidos que vienen de tierras lejanas y a ritmo de swing nuestros pies no dejaron de bailar blues y hasta una copla. Fue francamente divertido.
Con la lluvia sobre el espacio de conciertos, llegaron los vertiginosos The Limboos. Elegantes y atrevidos, maracas con ritmo caribeño, rhytmh&blues con voces negras y ninguna pretensión de hacer revivals.
Únicamente se vio algo marchitada la fiesta con la llegada de la lluvia, que limitó claramente el espacio para las familias a la hora de comer, descansar o esparcir, ya que la zona verde quedó inutilizada. Fue complicado hacer colas bajo la lluvia, para recargar pilas en las food trucks o para el pintacaras. Nos pareció maravillosa la idea de alejarse del típico pintacaras infantil, y proponer ideas tan divertidas como el rayo rojo y azul que luce David Bowie en la portada de Aladdin Sane, un referente en la cultura pop.
Nos quedamos con las ganas de ver a Smile, nuestros compromisos escolares y laborales nos lo impidieron ya que aún nos quedaban unos cientos de kilómetros hasta llegar a casa. Esperaremos ansiosos a la próxima ocasión para poder disfrutar de la banda de Getxo, y meternos en vena una buena dosis de música rock con aires surferos.
El proyecto de un festival de música dirigido a un público familiar para el disfrute de los pequeños y los menos pequeños es algo digno de alabar. Considerando la predisposición infinita al disfrute de l@s niñ@s, ¿por qué no ofrecerles una propuesta cultural y de ocio no “infantilizada”, respetuosa, de calidad y que puedan compartir con los que más quieren? Si se cumple este objetivo -que podemos constatar que así ha sido- y además se consigue vender todo el papel, el festival trasciende con creces lo minúsculo y se convierte en algo MAYÚSCULO.
Allí estaremos en cada futura edición ¡Larga vida al Minúscule Festival!