Aunque el eje del proyecto esté en el suizo Tobias Jundt, no cuesta ver a Bonaparte como uno de esos grupos tan propios de la escena berlinesa de connotaciones trash: su particular mezcla bastarda de electrónica de baratillo, rock y punk, su espíritu lúdico y su concepto cercano al cabaret a la hora de actuar, entronca directamente con...
Aunque el eje del proyecto esté en el suizo Tobias Jundt, no cuesta ver a Bonaparte como uno de esos grupos tan propios de la escena berlinesa de connotaciones trash: su particular mezcla bastarda de electrónica de baratillo, rock y punk, su espíritu lúdico y su concepto cercano al cabaret a la hora de actuar, entronca directamente con artistas como Namosh, Peaches, Frittenbude o los irreverentes Deichkind (quienes por cierto colaboran en el último disco de Bonaparte). El proyecto, otrora el vehículo solitario de Jundt, su laptop y su guitarra, ha crecido hasta convertirse en un idiosincrásico colectivo multidisciplinar en el que hay sitio para artistas provenientes del mundo de la música, el burlesque, el teatro o la danza contemporánea. Ese mejunje cobra su máximo esplendor en unos directos casi circenses que a menudo se convierten en grandes fiestas desmadradas.