Atlas Sound es la excusa que se ha buscado Bradford James Cox para ocupar los tiempos muertos que le deja Deerhunter, banda que viene liderando desde los últimos años, y dar rienda suelta a su pasión por la psicodelia y todos aquellos sonidos de corte más lisérgico que, por cualquier motivo, no acaban de encajar en la banda madre.
Cada aproximación al nuevo trabajo de Bradford Cox, revela nuevos detalles. Sus canciones dejan en evidencia el músculo pop que las define, pero se refugian y se esconden en la distancia marcada por los mantos de guitarras y variantes electrónicas que distorsionan y ensucian su sonido más puro. Variantes que enriquecen el imaginario musical de uno de los compositores más prolíficos de estos últimos años. Delicadas, detallistas, espaciales y nocturnas, sus composiciones vienen a confirmar el peso de un proyecto que respira de forma autónoma dentro de la enorme discografía de Cox.
Sus álbumes someten al oyente a atmósferas seductoras y desnudas, mientras que al mismo tiempo, lo sumergen en un espiral eléctrico tan novedoso como clásico.. Aquí suenan Brian Eno, Suicide, Stereolab y hasta Spiritualized, filtrados en un refugio acústico, donde la melancolía de las cuerdas se mezcla con texturas electrónicas y donde los teclados y las percusiones amplifican la sensación de extrañeza y belleza de este trabajo.
La voz de Cox suena cada vez más expresiva y libre de efectos y esto es prueba de su comodidad dentro de un proyecto aislado, que parte desde la timidez más severa hasta llegar a lugares de férrea confianza y comodidad. Es en esta contradicción donde Atlas Sound habita y triunfa. Porque esto es, a falta de términos, pop que confunde y altera la percepción de las cosas.
