Biografía

No es un choque de culturas, sino una manera de recuperar las raíces y buscar las conexiones entre esa música cubana nacida al calor de los ritmos africanos que un buen día fue evolucionando y trazando su propio camino. Ese es el reto que capitanean el cantante y guitarrista Eliades Ochoa y el rey de la kora Toumani Diabaté, principales responsables de una maniobra musical que, siguiendo la estela del Buenavista Social Club de Ry Cooder, conecta Mali y Cuba con la inestimable ayuda de Bassekou Kouyaté, Lassana Diabaté, Djelimady Toukara y Kasse Madi Diabaté. Ellos son los responsables de voltear guajiras, encajar el son cubano en un tapiz de exquisita instrumentación y arrimar el tumbao al bamboleo africano. Un diálogo cultural digno de ver sobre un escenario.

Es, en esencia, el proyecto que mediados los años 90 naufragó por problemas burocráticos y, así es la vida, dio origen al antológico rescate del son cubano en Buena Vista Social Club.

La idea primera de AfroCubismo nació en la cabeza de Nick Gold, director de la discográfica británica World Circuit. No era fácil el reto de juntar músicas de África y las Antillas en aquellos tiempos de penuria, olvido y necesidad. En La Habana, el pianista Rubén González marchitaba después de haber participado en los años 50 y 60 en la difusión internacional del cha cha chá con las orquestas de Enrique Jorrín y Pacho Alonso. También Orlando Cachaíto López recordaba con nostalgia su época gloriosa como contrabajista del mejor jazz afrocubano en la Orquesta Cubana de Música Moderna. E Ibrahim Ferrer, "obviado" como él mismo decía con gesto de amargura, apenas juntaba unos cuantos pesos limpiando los zapatos de sus vecinos de barrio. Pero Nick Gold, que ya había revolucionado el patio de las músicas étnicas con el guitarrista maliense Ali Farka Touré (primer premio Grammy logrado por un artista africano por su disco a dúo con Ry Cooder, Talking Timbuktu), se empeñó en reunir en un estudio de grabación dos tradiciones musicales de largo recorrido: la guitarra y el tres del Oriente cubano con la kora y el ngoni del desértico Malí.

Superado el primer desencuentro la reunión se materializó en Madrid, ya con las ausencias de González, Ferrer y López, a quienes la vida no otorgó un último chance. Sin embargo, el vigor del proyecto africano-cubano renació con la incorporación del guitarrista, tresero y cantante Eliades Ochoa, guajiro de monte adentro que desde 1978 está al frente del legendario Cuarteto Patria. Y la parte africana aportó a Toumani Diabaté, el príncipe griot de esa singular arpa-laúd de veintiuna cuerdas fabricada con una gran calabaza y piel de chivo; a Bassekou Kouyaté, maestro del violín ngoni que trabajó con Taj Mahal y Ali Farka Touré y lidera Ngoni Bâ; al veterano griot Kasse Mady Diabaté, fundador en los años 60 de la orquesta Maravillas de Malí; y Djelimady Tounkara, genial guitarrista que antes formó parte de la Orchestre Misira y del trío Bajourou.

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