Fire Room son un grupo de naturaleza incendiaria (en honor a su nombre) y de intensa explosión creativa. Ken Vandermark es un ejemplo claro de cómo un músico hoy puede aprovechar las ventajas de la sociedad global y ampliar sus fronteras mentales en contacto con músicos de otras latitudes. Lleva muchos años haciéndolo y de ahí la ingente cantidad de proyectos que hacen casi imposible seguir la totalidad de su carrera. Éste le reúne con dos músicos noruegos: el baterista Paal Nilssen-Love y Lasse Marhaug, encargado de la electrónica. Tres músicos cuya interacción a partir de la improvisación es capaz de alcanzar momentos de sublime unidad; tres fuentes de sonido que cuando confluyen son capaces de generar un magma sonoro de increíble densidad en el que las respuestas primitivas que se le suponen al diálogo sin partituras quedan superadas por formas que necesitan de un excelente dominio del instrumento, cultura musical (y general) y un altísimo nivel de concentración y escucha para que el resultado sugiera empatía al oyente.
El relato que desarrollan en sus actuaciones en directo no se detiene en ningún momento y finaliza con la naturalidad con la que acaba una partitura escrita. Y sin embargo no lo está y sigue siendo ésta una de las fascinaciones que despiertan músicos como estos, capaces de componer en directo sin que las ideas desfallezcan. Lejos de malabarismos innecesarios, siempre dentro de una lógica que se enfrenta a las limitaciones (puerta a su vez a un mundo de infinitas posibilidades) de la música que no tiene un sustento compositivo pero que se expresa en el lenguaje del caos armónico de la naturaleza.
Si el Orchestrion de Pat Metheny abre bocas (y encuentra eco en los medios generalistas) por la espectacularidad de su conjunción mecánica, un trío como Fire Room las perpetúa en ese estado por su conjunción humana, factor nada despreciable pero mucho menos apreciado en la sociedad del parque temático y las gafas 3D. Una conjunción que no lo es por su capacidad de repetir todos de manera simétrica un mismo gesto (al modo de un desfile militar) sino por, desde la disparidad expresiva, crear un todo unitario. Y saben cómo crear tensión y distensión, saben llegar a formas rítmicas definibles como descanso a la tensión extrema de modos más abstractos; contrapunto en el resultado global pero también en los momentos particulares en los que Vandermark y Nilssen-Love se contienen ante las contundentes insinuaciones de Marhaug y viceversa, cuando la virulencia de los dos primeros es compensada por una tormenta que se alejaba en manos del electrónico.
Está todo inventado (probable) y no es Fire Room ajeno a esa premisa. Pero no conviene perder de vista que la evolución de la música no depende de inventos ni de artificios sino de ser capaz de seguir generando a partir de lo que ya está escrito en la historia. Toda esa información está ahí para quien quiera aprovecharla y desde luego que Vandermark, Nilssen-Love y Marhaug la conocen y la aprovechan.