Hablar de Daniel Bell es hablar de Detroit. Y como casi todo el mundo sabe a estas alturas del partido, hablar de Detroit es hablar de los orígenes del techno y de gran parte de la música electrónica que hoy escuchamos en festivales, macro-salas, micro-clubes y demás. Así, los primeros pasos de este productor y Dj siguieron la estela marcada por figuras como Derrick May, Kevin Saunderson, Juan Atkins, Carl Craig, Robert Hood o el por entonces conocido como “The Wizard” Mr. Mills. Casi ná.
La trayectoria musical de Daniel Bell comienza en 1990, cuando forma parte del proyecto Cybersonik junto a dos jovencitos canadienses llamados Richie Hawtin y John Aquaviva. De aquí salieron joyas como “Technarchy” o “Cabaret Seven”, que hacían las delicias de los asistentes a las multitudinarias raves que se celebraban por aquellos años. Pero Bell pronto se dio cuenta de que él solito se sobraba y bastaba, y decide entonces emprender su propio camino. A partir de aquí funda el sello Accelerate Records y se rebautiza a sí mismo como BDX. Precisamente bajo este sobrenombre editaría poco más tarde “Losing Control”, el tema que enloqueció a los asistentes de la Love Parade berlinesa en 1994 y que con los años se ha convertido en auténtico himno de la electrónica.
Desde entonces Daniel Bell ha combinado sus labores de producción con sus giras como Dj a lo largo y ancho del planeta. A pesar de que es en el minimal techno donde se mueve más cómodamente, Bell ha editado numerosas referencias de éxito que abarcan estilos tan diversos como el deep house, el electro o el acid. Por otro lado, en 2000 llevó a cabo uno de los cd mixes más prestigiosos de la factoría Tresor: “The Button Down Mind”. Incluso ha protagonizado una de las polémicas más sonadas dentro del mundillo: tras editarse el ya mítico “Superfreak” de Josh Wink, Bell saltó a la palestra para reclamar la paternidad del corte, creado según él años atrás. Y por si todo esto aún no fuera bastante, resulta que este artista apenas se prodiga por la geografía española. De hecho fue a primeros de 2004 cuando Daniel Bell pisó por primera vez una cabina madrileña por deseo expreso del club Low para su inauguración.