EL RUIDO Y LA FURIA
En estos días inciertos que asolan la ciudad, en los que solo una extraordinaria dosis de fuerza de voluntad permite mantener la cordura y reprimir el irrefrenable deseo de lanzarse a las calles a quemar banderas, la celebración de una nueva edición del Primavera Club se presentó como una oportunidad única de evadirse por unas horas de la irrespirable actualidad política y social. Así, a resguardo de charlatanes, violentos y turbas encolerizadas, el ruido y la furia retornaron a su lugar correspondiente sobre los escenarios de una remodelada sala Apolo.
Había gran expectación por descubrir la nueva cara de La 2, y los madrileños FAVX ejercieron de inmejorables maestros de ceremonia, con una demoledora ráfaga de ruido blanco con guiños al grunge de los 90 con la que parecieron querer poner a prueba los límites del nuevo equipo de sonido. También Medalla, resurgiendo de las cenizas de The Saurs, supieron sacar el máximo provecho a todo el potencial que ofrece la nueva sala, presentando un reciente debut ("Emblema y Poder") que gana en intensidad sobre el escenario. Por su parte, los bilbaínos Vulk entablaron conexión directa con el norte de Inglaterra de finales de los 70 con una violenta descarga de punk de apenas treinta minutos que, siguiendo las huellas de Joy Division y The Fall, supusieron un puñetazo directo a la mandíbula: cero postureo, honestidad total.
Bien diferente fue la puesta en escena de Starcrawler; liderados por una magnética Arrow de Wilde de apenas 18 años y aspecto amenazador, los americanos tiraron de teatralidad en un efectivo y compacto set cargado de riffs y tics evocadores del hard-rock de la costa oeste y el glam-rock, dando muestra pese a su juventud de tener bien asimilados a clásicos del estilo, como Alice Cooper o los primeros Motley Crue.
Pero si alguien desató una tormenta sobre los escenarios del festival, ese fue sin duda Benjamin John Power, mitad de Fuck Buttons, con su proyecto paralelo Blanck Mass, dando rienda suelta a un abrumador torrente de ruidismo industrial reflejo de estos tiempos convulsos y donde sólo hacia al final del set pareció dar una ligera tregua a la audiencia. Más previsible y plana resultó la presentación de DBFC, dúo formado por el inglés David Shaw y el francés Dombrance, que buscan unir el recuerdo del sonido madchester con el french touch en una combinación de ritmos pegadizos y estribillos de fácil digestión, pero que dejan un cierto regusto a déjavù.
LOST IN TRANSLATION
Es curioso cómo últimamente están proliferando los artistas que basan su directo en bases pregrabadas. ¿Falta de recursos? ¿Pereza? Sea como sea, lo cierto es que en esta edición volvimos a presenciar alguna de estas propuestas. El londinense PAULi llegaba con su notable EP de debut (“The Idea of Tomorrow”) como prometedora carta de presentación, “un cuento de hadas afrofuturista” según sus propias palabras. Sin embargo, a pesar de la entrega que demostró sobre el escenario, el hecho de que su puesta en escena se redujera a su sola presencia y su voz sobre las pistas que iba soltando, deslució una actuación que había levantado gran expectación, si bien toda la pista terminó agitándose al ritmo de la final “I don’t care”.
También una base electrónica, de escandinava frialdad en este caso, sirvió al dúo Smerz para acercarnos a un R&B de corte ambiental y minimalista, agradable y delicado, pero de pobre presencia sobre el escenario. A su vez, los turcos Jakuzi ofrecieron una revisión del synth-pop de nueva ola en versión crooner que resultó interesante por momentos, si bien el formato de voz y batería adolecía de contundencia. Por lo tanto, puestos a presentarse em solitario sobre el escenario, pareció más honesta la propuesta del neoyorquino Gabriel Garzón Montano, quien parapetado tras el teclado sirvió una fina y elegante ración de neo soul y R&B que, aunque rozando peligrosamente lo mainstream, fue del agrado del amplio público que incluso llegó a festejar los ritmos latinos con los que Gabriel honró sus orígenes colombianos.
OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS
Tres nombres más destacaron entre las jornadas del viernes y el sábado. Por un lado, los jóvenes Poolshake se convirtieron instantaneamente en una de las sorpresas del festival gracias, en parte, al desbordante sentido del humor de su líder, que en su primera interpelación al público consiguió metérselo en el bolsillo, y en mayor medida a unos temas de elegante pop cristalino con tintes de chillwave y psicodelia pop herederos de bandas como Wild Nothing o Real Estate, homenaje incluido a los justamente recuperados The Wake con una versión de su estupenda "Pale Spectre". También joven, jovencísimo incluso y ofensivamente talentoso resultó ser el británico George Van der Broek al frente de sus Yellow Days, ofreciendo una hora de emotivo soul y blues atemporal subrayado por su voz resquebrada.
Y, por último, uno de los nombres más esperados a priori era Gold Connections, liderados por Will Marsh, compañero de fatigas de Will Toledo de Car Seat Headrest. Y si bien el setlist evidenció algunos altibajos, perdiendo en frescura y pegada cuando se escoraba hacia el neo-country, cierto es también que temas como "Faith in Anyone" o "Isabel" brindaron algunos de los momentos más destacados de la noche, especialmente para los nostágicos del indie-rock noventero en la senda de Sebadoh o Pavement.
Texto: Sergio Rodríguez Jurado
Fotografías: Alba Rupérez (cedidas por el Primavera Sound)