Texto y fotografías: Hedda Ponze

Casar disciplinas afines como son la electrónica y las artes visuales no es algo especialmente novedoso. Dedicar a ello un festival completo con el rigor y el buen gusto al que nos tiene acostumbrados el equipo del Laboratorio de Electrónica Visual de Gijón, eso, es menos común. Prueba de ello es la respuesta del público, que una edición más colgó el cartel de sold out. Como es costumbre, hubo instalaciones repartidas por espacios escogidos de la ciudad y cine, con la presentación del documental "Geometría del Esplendor" de José Ramón da Cruz, testimonio sobre el legado de la banda de culto Esplendor Geométrico: actividades que añaden valor a la propuesta. Por si todo esto fuese poco, el grueso del festival dispone de las majestuosas instalaciones de La Laboral, repartiéndose los conciertos entre los de primera hora en el teatro, más contemplativos, y los de la nave, más bailables. Un festival "menú degustación" para paladares inquietos.

Viernes 29

El primer plato del viernes fue el concierto de Kara-Lis Coverdale con MFO en el teatro. Por la doble pantalla desfilaron motivos vegetales, espaciales y pluricelulares, siempre psicodélicos, entre los que ocasionalmente se proyectaba la sombra de la artista. En lo musical, su educación clásica y la experimentación electroacústica entraron en el tubo de ensayo para crear una tercera vía, un lenguaje desconocido basado en texturas ambientales. Kara es una virtuosa de la improvisación con un apetito omnívoro. Único pero, faltó sincronía entre imágenes y música, con transiciones un tanto bruscas.

De sincronía fue sobrado Nicolas Bernier. El laureado artista francés es responsable de concepto, performance, programación y diseño técnico de “Frequencies”, un espectáculo que se recrea en las posibilidades del sonido. Estudios tonales, interferencias, radiofrecuencias y música concreta conforman una experiencia auditiva cercana al trance sincronizada a la perfección con unos visuales conformados por tubos led formando rectángulos. En el tramo final llegó el clímax, con una explosión de capas y capas de sonido que sobrepasaron el umbral del dolor para reentrar triunfalmente en el del placer: asombroso y desconcertante.

El tercer y último espectáculo del día en el teatro fue “Lexachast”, un proyecto colaborativo entre a Kouligas y Amnesia Scanner basado en imágenes capturadas aleatoriamente en la red en tiempo real y colgadas en vivo. La propuesta resulta altamente sugerente, increpando al espectador a darle sentido a la secuencia. De especial interés resultó el dilatado paso de una imagen a la siguiente, creándose curiosas mezclas. En el aspecto sonoro, líneas de sintetizador ciertamente agresivas y oscuras, distorsión, noise, caos, ronroneos, gruñidos y sonidos estomacales. Hay quién tiró de almax.

Ya en la nave, Maotik (alias de Mathieu Le Sourd) ofreció un concierto con 3 partes bien diferenciadas: la primera y última basadas principalmente en ambientes densos y subgraves que pusieron a prueba las propiedades acústicas de la nave; la intermedia, una anhelada sección rítmica que, si bien no inventó la pólvora, animó al personal. Los visuales fueron las cartografías digitales de paisajes naturales (montañas, océanos, bosques) mostradas en el Centro de Arte: La interpretación artística de la visión de un dron de vigilancia.

Con Logos y un pluriempleado a la par que brillante Oscar Sol, llegó la variedad. En lo musical, grime, idm, rave y un tema con un sample vocal ragga que hizo las delicias del personal. La colaboración con Oscar Sol, comisariada específicamente para el festival, funcionó a la perfección: Visuales basados principalmente en abstracciones geométricas tridimensionales que casaron a la perfección con el sonido.

Y por fin, llegó uno de los conciertos más esperados de la noche, el espectáculo presentado por Byetone junto a M.Heckmann, “Pilot” . Olaf Bender, co-director del sello rastert-norton, lleva sin disco desde el fantástico "Symeta", que presentó por aquel entonces en este mismo festival. De este sonaron Topas y Black Peace en versiones que fueron creciendo aún más pausadamente que en estudio, dando al público tiempo suficiente para recrearse en el minimalismo electrónico marca de la casa. Si hubo adelantos del nuevo disco en el que trabaja, "Universal Music", estos se integraron en el grueso del set tan bien, que lograron pasar inadvertidos. No pude dejar de recordar al malogrado Mika Vainio, también en el cartel del LEV en aquel lejano 2012. Por su parte, Markus Heckman basó los visuales en líneas policromáticas horizontales y análisis de espectros de onda en ocasiones borrosos y casi siempre a destiempo. Lástima.

Lo de Samuel Kerridge fue una auténtica marcianada. Su espectáculo junto a la artista visual Mária Júdová se titula FLA (Fatal Light Attraction) y está basado en un sistema de codificación que responde en tiempo real a la fuente de audio y que activa un sistema de iluminación intensa envolvente en sincronía con el sonido. El techno abrasivo con ritmos industriales y trazos ácidos deudor del joven Aphex Twin tuvo un poderoso respaldo visual en la sombra proyectada en la pantalla del artista, ligeramente trastocada para aparentar que era un humanoide hiperactivo el que estaba sobre el escenario. El arte de hacer funcionar una idea, en principio, sencilla.

El último concierto del día fue el del muy esperado Container, sin ningún tipo de visuales, que brindó a los que allí quedábamos un postre basado en techno minimal, ritmos crujientes y funky marciano para bailarines experimentados.

Sábado 30

Nuestro primer concierto del Sábado, el del alemán Volker Bertelmann –alias Hauschka-, comenzó con casi 1 hora de retraso debido a problemas con los visuales. Cuando todo parecía indicar que prescindirían de ellos, ya iniciado el primer tema, la artista visual Florence To dio con la solución para regocijo general. Hauschka se trajo desde Alemania sus dos Yamaha Disklaviers, suerte de pianolas preparadas controladas desde el piano central, con las que fue sumergiéndonos en el neoclasicismo cinematográfico con toques electrónicos de "What If", su reciente álbum. Minimalismo preciosista con toques experimentales muy del gusto del respetable.

Con _nybble_, el parisino Alex Augier nos sacó del letargo clásico a golpe de transcripciones gráficas del sonido desplegadas en cuatro biombos. Síntesis modular hermanada con figuras geométricas de mayor o menor complejidad desplegadas en perfecta simetría. El conjunto resultante es de una gran organicidad, dando la impresión de que el músico está rodeado de criaturas digitales con muy mala leche.

Y para acabar la estancia en el teatro, otro espectáculo sobresaliente: “Field”, de Martin Messier. El concepto: dos placas voltaicas que el canadiense no dejó de rutear para generar campos electromagnéticos manipulables con la ayuda de micrófonos transductores. Messier no está un segundo quieto, enchufa, desenchufa, se arrodilla, hace aspavientos, se diría un doctor Frankenstein moderno enfrentándose a la máquina, al monstruo. Por si todo esto no fuese suficiente, dos focos proyectaban las sombras de todo lo ocurrido sobre el escenario a distintas velocidades en la pantalla posterior, creando cierto desasosiego. Los ocasionales y bruscos apagones y la visualización de rayos entre las placas funcionaron muy bien.

Pasada la medianoche, encaramos la recta final del festival con talento regional de primer orden. Jaime Tellado, alias Skygaze, nos presentó su disco del año pasado "Weightless Landscapes". Hubo triphop, drum'n'bass, chill out y toques jazzy procurados por las notas dispersas de un Fender Rhodes, unas percusiones sutiles y unas líneas de bajo que nos acercaron a terreno Flying Lotus, incluso a terreno James Blake antes de que le diese por cantar. El respaldo audiovisual de Malu G. Ceca, en constante diálogo con Jaime, se basó en formas geométricas en transformación, con predominio de tonos azules.

Y con John Beltran llegó el gran triunfador de la jornada. Ambient, IDM, techno, house, funky, brokenbeat… haciendo referencia a su disco del pasado año, everything at once! Beltran nos recuerda que la de los 90 fue una estupenda década para la música electrónica con un montón de descubrimientos aún vigentes. Las melodías bonitas y melancólicas marca de la casa fueron dando paso a un techno abrasivo de ritmos deconstruidos tipo Autechre (la sombra del sello Warp sobrevoló todo el concierto) que nos dejó la mandíbula por los suelos y la sonrisilla instalada en la boca. En el aspecto visual, Oscar Sol repitió conceptos vistos en el concierto de Logos, con fractales y abstracciones geométricas y paisajísticas.

Nuestro último concierto del festival fue el de unos Factory Floor incapaces de mantener el altísimo nivel de Beltrán. Concierto monocromático, tanto en el aspecto musical como en el visual, basado en secuencias, arpegios y bases rítmicas metronómicas respaldadas por una batería y unas pinceladas vocales lastimeras que aportaron cierto dinamismo. Ni siquiera los singles de su lejano disco de debut consiguieron levantar el vuelo. Concierto de trazo grueso al que faltó fluidez (las transiciones entre tema y tema fueron especialmente fallidas), sincronía rítmica y capacidad de sorpresa. Uno se pregunta si aquello de 2013 no sería un hype.

A pesar del tibio fin de fiesta, el cómputo global de esta edición del L.E.V. fue de notable alto. La estupenda programación presentó, como viene siendo habitual, algunos de los proyectos más sobresalientes de la actualidad, junto a trabajos de pioneros fundamentales para entender la evolución del sonido y la imagen, en todas sus formas y mutaciones. La bata blanca, ya lavada y planchada, vuelve a su cajón hasta Abril del 2018. Nos vemos en el laboratorio.

03/05/2017
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