“La música rock la hacen deficientes que cantan letras maliciosas, lascivas. Es la forma de expresión más brutal, nauseabunda, desesperada y viciosa que he tenido la desgracia de escuchar. Yo a esa mierda de música llamada rock and roll no le doy ni cinco años de vida” - Frank Sinatra.
Toda una declaración de intenciones por parte del festival vitoriano, más en plena época de mutación y replanteamiento de las programaciones que están experimentando muchos festivales en nuestro país. No es el caso del Azkena, que sigue a lo suyo, trabajando edición tras edición con una propuesta clara dirigida a una audiencia que sabe lo que quiere: un fin de semana de rock. Sin más. No es casualidad que Vitoria se haya convertido en el lugar de peregrinación de miles de rockeros que llegan desde todos los puntos del país al comienzo de cada verano. Como aliciente, el poder disfrutar de dos jornadas de música en directo a cargo de figuras legendarias y de bandas contemporáneas de las más importantes del momento. Y son ediciones como la de este año las que crean afición, gracias a un cúmulo de factores que nos llevan a concluir que la entrada del Azkena en la edad adulta ha sido un éxito total. Repasemos:
El recinto
Para empezar, un gran punto a favor es la comodidad de Mendizabala, un lugar que intercala zonas verdes con asfalto que además está muy bien dimensionado para acoger un evento de estas características. Porque en el Azkena hay mucha gente (17000 asistentes el viernes y 19000 el sábado según la organización), pero no hay aglomeraciones, ni grandes colas para comer, beber o ir al wc. Y por supuesto es un lujazo poder ver cualquier concierto sin agobios, con espacio para moverte, y a una distancia muy razonable siempre que quieras. Incluso hay zonas de césped desde las que disfrutar de una visibilidad bastante aceptable de lo que acontece en cualquiera de los tres escenarios de los que consta el festival. A estos tres focos musicales principales hay que sumar el Trashville, esa mezcla de taberna, salón americano y garito de conciertos en el que tienen lugar actuaciones rabiosas para aquellos que buscan disfrutar del rock and roll más orgánico y sudar la camiseta, algo literal teniendo en cuenta el tremendo calor que hay en la sala.
Los cabezas de cartel
Al lío. Uno de los grandes alicientes de esta edición ha sido sin duda el tremendo póker de nombres que el festival se sacó de la manga para colocar en lo más alto de su cartel. A saber: Stray Cats, Wilco, The B’52 y The Cult. Cuarteto de nivel y variadito, que no se diga que el rock no es un concepto amplio que da cabida a gran variedad de expresiones musicales.
También celebrando sus 40 años de carrera, solo unas pocas horas después de los gatos, tomaban el escenario principal The B-52´s, otro de los platos fuertes del festival. La icónica banda de new wave desplegó todo su encanto retro y teatralidad en un show que nos procuró la necesaria dosis de petardeo bailongo, muy adecuado además para sacudirnos el fresquito que empezaba a rascar en Mendizabala. Sonaron temas como “Cosmic Thing”, “Lava”, “Private Idaho”, “Love Shack”, “Planet Claire” o “Rock Lobster”, hitazos atemporales que disfruté doblemente a sabiendas de que era la última oportunidad de ver a los de Athens en vivo en tierras europeas.
Por su parte, The Cult se subían al escenario el sábado por la noche para firmar su tercera actuación en el Azkena, esta vez para repasar su mítico disco “Sonic Temple”, 30 años después de su lanzamiento. Una actuación algo irregular por algunos problemas con el micro del señor Ian Astbury, nuestro particular Tambourine Man, que se despachó a gusto lanzando al público su colección de panderetas. Un concierto un poco desdibujado, sobre todo teniendo en cuenta el buen sabor de boca que nos dejaron en su paso por Medizabala tan solo dos años antes. Pero todo se olvida cuando en la guitarra de Billy Duffy suena en temas como "Fire Woman", "Sweet Soul Sister", "Edie (Ciao baby") o "New York City", rematando en los bises con "Wildflower", "Rain" y "Love Removal Machine".
Otros que salieron por la puerta grande fueron los Blackberry Smoke, una de las grandes realidades del rock actual, gracias a un show vibrante e intenso que condensó toda la magia del southern rock y que por momentos me hizo olvidar que nunca he visto a los Black Crowes en directo. El quinteto de Atlanta se postula como gran abanderado de este género, recogiendo merecidamente el testigo de clásicos como Lynyrd Skynyrd o los Allman Brothers.
Las sorpresas
La sorpresa más agradable de este Azkena tiene como protagonistas a Lucero. Su country rock cumple con las características clásicas del estilo, como la estética y la voz nasal, y a la vez añade cierto aire de modernidad, utilizando una fórmula que recuerda a los primeros Band of Horses o a los Avett Brothers. Predominan en su set list canciones lentas e intimistas, llenas de melodías pegadizas que intercalan con algunas más bailables. Música, sonido y actitud de 10. Prohibido perderles la pista.
Entre las sorpresas negativas, por desgracia, destaca el proyecto de Phil Anselmo, que resultó ser el concierto más decepcionante del festival. Tras la muerte de Vinnie Paul Abbott, las esperanzas de la cacareada reunión de Pantera con Zakk Wilde se fueron al traste, pero este proyecto permitía al menos escuchar por boca de Anselmo todos esos clásicos que volaron muchas cabezas allá por los años 90. Unos graves tremendamente saturados hicieron que el sonido fuera casi ininteligible, a lo que hay que sumar que la voz de Anselmo ha visto días mejores. Eso sí, el setlist envidiable: “Mouth for War”, “Becoming”, “I'm Broken”,” This Love”, “Walk”, “Fucking Hostile”, “Hellbound”, “A New Level”...Una lástima.
También esperaba más de Deadland Ritual, el supergrupo liderado por Geezer Butler (Black Sabbath), con Matt Sorum (GN'R, The Cult), Steve Stevens (Billy Idol) y Frankie Perez (Apocalyptica). En su setlist intercalaron temas de Black Sabbath como “Symptom of the Universe” o “Neon Knights” con los propios del grupo. Estos últimos, con cierto aire noventero, me resultaron totalmente convencionales y carentes de gancho.
Azkena de día
La experiencia azkenera completa requiere acercarse al mediodía a la Plaza de la Virgen Blanca, en pleno casco antiguo de la preciosa ciudad de Vitoria, donde, como no, la música en directo también hace acto de presencia. El sábado estaban sobre el escenario Danny & The Champions of The World, en una jornada de calor bajo un sol abrasador, que combatimos refugiándonos en los bares de la zona, atraídos por las kilométricas barras de pinchos, que, como corresponde, regamos con txacolí.
En resumen, una gran edición del Azkena de la que hemos disfrutado a tope. Y la organización no ha esperado para empezar a poner sobre la mesa argumentos de peso para que pases página y comiences a pensar en el año que viene. Por el momento, ya ha caído un avance de lo más jugoso: Social Distortion y Fu Manchu son los dos primeros integrantes del cartel del 2020. ¿Volvemos?
Texto: K. Txela
Fotos: K. Txela, Azkena Rock Festival