Texto: Sergio Rodríguez Jurado
Fotografías: AMFest
Recuerdo que, en cierta ocasión, estando yo en una rave en un antiguo edificio ocupado cercano al mercado de Santa Caterina, con el único propósito de aplazar la vuelta a casa y exprimir los últimos instantes de un agonizante fin de semana, se me acercó un individuo de aspecto tenebroso, con toda la apariencia de tocar la batería en un grupo de death metal y, posando el dedo índice sobre mi pecho, me dijo con voz pausada y ronca que le encantaba ese disco. Se refería, en concreto, al Handwriting de Khonnor que yo lucía en la camiseta. Ante mi expresión de sorpresa me confesó, esbozando una media sonrisa, que a pesar de lo que pareciese a simple vista él no solo escuchaba a grupos de las diversas ramificaciones del metal, sino que también era un gran aficionado a estilos musicales más atmosféricos y etéreos como el slowcore o el ambient, y mencionó al sello 4AD y a bandas como Slowdive y Bedhead, que también se contaban entre mis predilectas en ese momento. Así, puesto que no parecía que hubiese nada más interesante que hacer, teniendo en cuenta el pestilente techno que escupían unos maltrechos altavoces y que a nuestro alrededor la mayoría de la gente se dedicaba en exclusiva al mercadeo y consumo de sustancias ilegales, continuamos conversando sobre el tema largo y tendido. Y lo cierto es que, hasta ese día, nunca antes me había parado a considerar la estrecha relación existente entre mundos aparentemente tan alejados entre sí.
Y si alguien pudiera albergar algún recelo al respecto, no tendría más que haber asomado un oído al AMFest 2016, festival de música instrumental de Barcelona celebrado en la Sala Apolo y La 2 de Apolo los días 3, 4 y 5 de noviembre, para disipar cualquier atisbo de duda, pues grupos como Lost in Kiev o God Is an Astronaut resultaron ser claros ejemplos de dicha conexión. Por un lado, los franceses Lost in Kiev trasladaron al escenario toda la tensión y oscuridad de su último álbum, Nuit Noire, creando una inquietante y perturbadora atmósfera intensificada por las proyecciones de parajes desolados habitados por unos personajes sombríos y misteriosos que traían a la memoria la serie de televisión y película galas Les Revenants y su correspondiente banda sonora a cargo de Mogwai. Por su parte, los cabezas de cartel God Is an Astronaut, referentes del rock instrumental, sacaron todo el rendimiento posible a la estupenda acústica del escenario de la sala Apolo con una impecable puesta en escena en la que desplegaron sus paisajes sonoros con un manejo gradual de la intensidad, y donde las guitarras cubrían con naturalidad el espectro que va desde las tonalidades más hipnóticas con reminiscencias a los mencionados Mogwai o a Explosions in the Sky, y en las que la voz se convertía en ocasiones en un instrumento más, a momentos más puramente metaleros que pusieron al público que abarrotaba la sala a sus pies. Como un guante de seda forjado en hierro.
Bebiendo de fuentes similares a las citadas, aunque desde una vertiente alejada ya de los parámetros del metal y más cercana al slowcore sereno y preciosista de bandas como Early Day Miners o a los pasajes atmosféricos de Sigur Rós (sin la estridente tendencia a la épica de éstos), los ingleses Yndi Halda despidieron la noche del jueves con un derroche de técnica en un set cargado de emotividad y en el que, a diferencia de Lost in Kiev, que los habían precedido en el escenario, la intensidad se veía también incrementada en los momentos más sosegados, en los que el gusto por el detalle y el manejo de los silencios cobraban un especial protagonismo. Todo ello con la complicidad de una audiencia silenciosa y respetuosa como no recuerdo haber visto antes.
Sin querer dejar de lado las sonoridades con cierto cariz electrónico, el AMFest tenía en The Album Leaf otro de los platos fuertes de esta edición. El proyecto de Jimmy LaValle estuvo a la altura de las expectativas, presentando su reciente y notable Between Waves con una puesta en escena sobria y elegante ya desde la disposición del escenario, cubierto de telas a modo de velas. Y si bien su post-rock de tintes electrónicos puede sonar en ocasiones algo frío y cerebral, a pesar de su querencia por el sentimentalismo, su sonido ganaba en calidez y cercanía en directo. Tras ellos, Mirza Ramic, la mitad de Arms and Sleepers, plantó su mesa de operaciones en plena pista de baile y aceleró las revoluciones de su repertorio para ofrecer una sugestiva sesión con espíritu de hip hop que puso a bailar incluso al más reticente de los rockeros aún presentes en la sala. Lástima que la sesión de preguntas y respuestas que pretendía llevar a cabo tras su set se viera truncada por problemas técnicos.
En cuanto a la representación nacional, el nivel mostrado no desmereció en absoluto al del resto del cartel, y cabría destacar dos nombres: por una parte, el dúo madrileño DobleCapa, formado por Arianne Picón a la batería y Mario Navajas a la (curiosa) cigarboxguitar eléctrica de cuatro cuerdas, hicieron saltar astillas de la pista de La 2 con su sucio psycho blues instrumental heredero de The Jon Spencer Blues Explosion, en un concierto que resultó especialmente duro y emotivo para ellos debido a cuestiones personales. De otra banda, Gambardella habían abierto la primera jornada incendiando el escenario y poniendo el festival de cero a cien en escasos segundos, con una mezcla de acelerado post-rock y jazz lisérgico en una celebración dirigida y orquestada por la veteranía de Jaime L. Pantaleón (12Twelve, Cuzo), perfectamente flanqueado por una arrolladora base rítmica.
Esta edición termina por consolidar al AMFest como una de las citas ineludibles en el apretado calendario festivalero de la Ciudad Condal y le augura un saludable presente y futuro en base a su sólida y coherente propuesta, siempre a expensas de la respuesta del caprichoso público barcelonés.