Con tan sólo dieciocho años, un piano y una voz angelical, la cantante Amanda Mair se ha convertido en una de las sensaciones del panorama musical sueco. Inspirada musicalmente por artistas como Melody Gardot, Feist, Sufjan Stevens o Bon Iver, su aire inocentemente sexy y sus dientes separados hacen difícil no pensar en los inicios de la francesa Vanessa Paradis, una comparación que reconoce haber escuchado “más de una vez”.
Descubierta de casualidad por Johan Angergärd, responsable del sello escandinavo Labrador, su primer single “House” (2011) supuso todo un fenómeno dentro y fuera de Suecia. Tras el pelotazo inicial, que bordeó terrenos deliberadamente hype, la joven sueca presentó dos nuevos temas (el oscuro “House” y el más convencional “Doubt”), configurando así un sugerente tríptico que contribuyó a generar una gran expectación respecto a lo que sería su primer álbum.
La incógnita quedó despejada en 2012 de la mano de Labrador Records, con el lanzamiento del álbum debut homónimo "Amanda Mair". Con unas melodías iluminadas por el sol, y una voz que emociona naturalmente sin necesidad de hipérboles virtuosistas, cada canción de Amanda destila pura magia. Producido por Philip Ekstrom, líder de sus compatriotas The Mary Onettes, el álbum supone un más que satisfactorio en su intento por huir de tópicos y tejer una ilusionante carta de presentación, confirmando las buenas vibraciones de sus tres primeros singles.
