Asistir a un festival suele ser, a priori, una buena experiencia. Y si ese festival es el BIME 2017 también lo es a posteriori. Por desgracia sólo pudimos acudir viernes y sábado al BIME Live, quedando las secciones BIME Pro (enfocada a profesionales) y BIME City (con conciertos repartidos por la ciudad de Bilbao los días anteriores) para mejor ocasión.

El festival se celebró una vez más en el Bilbao Exhibition Center, en Barakaldo, al que llegamos cómodamente en transporte público, y que cuenta con unos amplísimos espacios en los que acoger sin problemas ni agobios a miles de asistentes. Al recoger la preceptiva pulsera vimos que disponía de una pequeña tarjeta con varias funciones: monedero para cargar el dinero con el que efectuar los pagos de todos los servicios, tanto bebida como comida (y con devolución del sobrante en metálico, que tomen nota otros), pasar el control de acceso acercándola a un panel al entrar y al salir y contabilizar el número de vasos reutilizables que adquirías (para evitar abusos al devolverlos). A destacar que el sistema funcionó perfectamente todos los días y ciertamente agilizaba las colas.

Entramos rápidamente en harina con el concierto de Pablo Und Destruktion, que se sobrepusieron a la sensible baja del bajista Ángel Kaplan con mucho oficio. Su renovada formación, en la que sólo permanecen el carismático Pablo García (obviamente) y Javier Bejarano (una de las mitades de Galgo) demostró estar bien acoplada y tener sobradas tablas. No podía ser menos tratándose de Alfonso Alfonso, guitarrista de Schwarz, y “Pibli”, Pablo González, batería con un currículum de asustar. Temas como “Powder”, “Pierde los dientes España”, “Busero español”, “Puro y ligero” o “La extranjera" fueron cayendo sobre un público no muy numeroso (dado lo temprano de la hora) pero entregado.

Pablo Und Destruktion

Los hamburgueses Meute, autodenominados techno-marching band (ahí es nada) fueron los siguientes en actuar. Su propuesta de versiones de temas electrónicos, basada en potentes secciones de viento y percusión acompañadas por un dj es loable y tiene su originalidad, pero puede llegar a saturar, cosa que nos pasó a nosotros, y tras unos cuantos temas nos fuimos a reponer fuerzas.

Tras una cena más que digna (¡gracias, chicos!) tomamos asiento ante el escenario Antzerkia. Don Bill Callahan nos esperaba. Armado con guitarra y armónica y el escueto acompañamiento de un guitarrista, el señor Callahan hizo un sobrio y solemne repaso por su discografía haciendo especial hincapié en sus últimos discos. Toda una suerte poder disfrutar de uno de los popes del indie de los 90.

Bill Callahan

El grueso de los asistentes fuimos a ver a los renacidos Ride, con nuevo disco en circulación. Nunca hemos sido seguidores de los británicos, y aunque su actitud y sonido eran buenos, no consiguieron retenernos más allá de cuatro o cinco temas. Quizá nos sonaron demasiado poperos en esta ocasión, pero no los apreciamos como gran parte del público parecía hacerlo. Una pena.

Ride

Vuelta al pseudo auditorio Anterkia para asistir al que resultó el concierto del día y del festival ex aequo con Exquirla, Einstürzende Neubauten. Estas leyendas vivas de la música industrial pusieron a todo el mundo en pie con su maestría tocando, su sonido impecable (aunque el cantante tuvo un momento de cabreo invasión-de-Polonia style por un problemilla nimio) y su entrega a pesar de llevar más de treinta años en el negocio. De hecho, no limitaron su repertorio a temas añejos, los publicados ya en el siglo XXI tuvieron gran protagonismo. Canciones atronadoras, inquietantes, delicadas en la perfección de su ejecución, que se convierten en una experiencia sensorial que hace trascender al que tiene la fortuna de contemplar su espectáculo. Como decía, triunfadores absolutos. Como curiosidad, Blixa Bargeld y Alexander Hacke salieron al escenario descalzos. Única similitud en su atuendo, de traje uno y pintas de heavy el otro.

Einstürzende Neubauten

Después de tal exhibición de poderío les tocaba a Orbital mantener alto el pabellón. Hace 20 años lo hubiesen hecho. Hoy en día no. Siguen siendo muy buenos en lo suyo pero suenan a anticuado, a algo que se ha quedado atrás y que no nos despertó interés.
Kiasmos, que cerraban el día en los escenarios principales, fueron una pequeña decepción, ya que no encontramos el punch experimental que tenían la primera vez que los vimos. Hicieron una actuación más convencional y accesible, que no mala, que puso un broche agridulce a la primera jornada.

Tras los obligados pinchos por Bilbao (cuanto más voy, más me gusta) comenzamos la segunda jornada del BIME. Nos fuimos directos a ver a Melange y a disfrutar de su rock progresivo trufado de psicodelia y toques cinematográficos. Los tipos son unos auténticos virtuosos y su límite como músicos ni siquiera se vislumbra. Con su segundo disco a punto de publicarse, merecen un reconocimiento infinitamente mayor del que tienen. Grupazo. Todo lo contrario que Las Bistecs. Con un nivel musical inferior al espectáculo caló de la cabra subiendo la escalera, resultaron una mamarrachada soez y cutre. Esperamos no volver a verlas. Nunca.

Melange

Personalmente tenía muchas ganas de ver el nuevo espectáculo de Delorean basado en la obra del cantautor vasco Mikel Laboa, cuya voz sampleada incorporan. Por desgracia, este tipo de electrónica más conceptual todavía les queda un poco grande. Carentes de emoción, se vieron perjudicados por unos bajos descontroladísimos que retumbaban de forma poco agradable. Lástima, porque son un grupo al que siempre habíamos disfrutado.

Un sorprendente bocadillo de tortilla de patata con chistorra (recién hecha, ¡nada menos!) para quitar el mal sabor de boca y a por Exquirla. ¡Madre de dios! No tengo palabras para describir lo que vivimos con esta superbanda producto de la unión de Toundra y Niño de Elche. Post-rock y flamenco, vaya tela. Es inevitable acordarse del trabajo de Enrique Morente y Lagartija Nick al leerlo, pero Exquirla han conseguido darle una personalidad que perdurará en el tiempo. El buen hacer instrumental de Toundra resultó el fondo perfecto para que Niño de Elche nos sobrecogiese con su voz (un poco más alta hubiese estado mejor) y su sentimiento, envolviéndonos y despertando tal torrente de emociones que fue inevitable dejarse llevar y soltar alguna lágrima de gozo ante lo que estábamos presenciando. Extasiados y tremendamente agradecidos, el show finalizó con el público levantándose al unísono como si todos tuviéramos un resorte en nuestros asientos y aplaudiendo hasta doler las manos. Ésto provocó que la organización les permitiera un bis, igual que había pasado con los Neubauten el día anterior, por cierto.

Exquirla

Fueron necesarios unos minutos para recobrarnos emocionalmente y movernos al escenario principal donde hacía rato habían comenzado Franz Ferdinand. No es un grupo al que haya prestado demasiada atención más allá de algún hit (no así mi acompañante que cantaba y bailaba rememorando cuando los vio por primera vez allá por el 2004), pero ojalá hubiese podido ver algo más que seis temas (“Take me out”, “This fire” o “Always ascending” entre ellos), ya que la impresión que me dejaron es de ser una máquina perfectamente engrasada con pinta de funcionar siempre a un nivel muy alto. Gran sonido con la voz de Alex Kapranos siempre protagonista (merecidamente).

Los siguientes eran otros de los capos de la electrónica del cambio de siglo: The Prodigy. Si se trataba de que hubiese estruendo con escaso sentido, hubo de sobra. Música más bien poca. Con las voces perdidas tras una batería atronadora y horriblemente distorsionada, The Prodigy acabaron literalmente con las fuerzas que reservábamos para Vitalic, al cual veremos en mejor ocasión. O mejor dicho, tras una actuación más digna.

A pesar de éso, salimos del festival con un muy buen sabor de boca gracias al acierto organizativo y al altísimo nivel de un buen número de conciertos. Teniendo en cuenta las cifras de asistencia dadas por la organización (quizá pelín infladas a nuestro parecer, aunque puede que incluyan las actividades de las tres ramas, Bime Pro, Bime City y Bime Live) y el buen resultado global, parece que el BIME goza de una salud de hierro. Y, visto lo visto, esperemos que por muchos años.

Texto: Enkilking y Termanthia
Fotografías: Termanthia

02/11/2017
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